miércoles, 29 de febrero de 2012

Marathon vs. Quebrantahuesos


Maratón donostiarra
Discusión habitual entre atletas y ciclistas: ¿qué prueba es más dura, el maratón o la Quebrantahuesos?. La extraña distancia del maratón, 42.195 metros, tiene su origen en los JJ.OO. de Londres de 1.908, en el maratón que discurría entre el Palacio Real de Windsor y la meta situada en el estadio de White City, separados exactamente por esa distancia de 42.195 metros. La Quebrantahuesos es una prueba ciclista que parte de Sabiñánigo, atraviesa los puertos de Somport, Marie Blanche, Portalet y Hoz de Jaca, y vuelve a Sabiñánigo tras haber recorrido 205 kilómetros, superando un desnivel total de 3.500 metros.

En un maratón calculan un consumo de unas 3.000 calorías, y en la Quebrantahuesos la cifra asciende a unas 3.500. Naturalmente estas cifras son meramente orientativas, pues están muy condicionadas por el peso, el ritmo, el entrenamiento, etc. Hay que tener en cuenta, además,  que el maratoniano repone en la carrera una cantidad muy limitada de líquidos, mientras que el ciclista se mete una apreciable cantidad de alimento sólido y líquido (sobre todo, algunos. Yo he visto a cicloturistas meterse una cazuela de albóndigas!)

Quebrantahuesos. Subiendo Somport
¿Qué prueba es más dura? Yo, que he participado en ambas pruebas –a ritmos de atleta popular (2h. 59m.) y cicloturista (7h. 15m.)- diré que es más duro el maratón. Mientras que la bici tiene muchos momentos de recuperación –las bajadas, los kilómetros que vas metido en un grupo, las paradas…- el maratón solo te permite descansar en la meta. Y el muro del maratón, ese mazazo que puede aparecer después de 30 ó 35 kilómetros, es más imprevisible que la “pájara” ciclista. Muscularmente el maratón te deja muchísimo más tocado que la bici, donde lo que se produce es un cansancio muy repartido acompañado de una cierta flojera.

En ambas pruebas, como en toda competición, hay dos factores comunes y subjetivos: la capacidad de sufrimiento y la ambición. Sobre la primera, yo he visto en una Behobia a Luis Yerga, excelente fondista guipuzcoano, caerse extenuado –no detenerse, caerse- frente al Victoria Eugenia, levantarse y a duras penas terminar la prueba. Sobre la segunda, la ambición, una anécdota que cuentan de Eddy Merckx: en una Vuelta, en Asturias, sprintó para ganar lo que pensaba que era una meta volante… y era una pancarta del entonces ilegal Partido Comunista.


martes, 28 de febrero de 2012

Ha estallado la paz


Me escribe un amigo, y para encabezar el comentario tomo el título prestado, nada más, de la tercera novela de Gironella sobre la guerra civil (antes había publicado “Un millón de muertos” y “Los cipreses creen en Dios”). Dice lo siguiente:

Aquí no estábamos en guerra pero ahora estamos en paz. Ha bastado con que quienes mataban dejaran de hacerlo, ya ven que sencillo. Aunque nos dicen que para que la paz sea completa todos tenemos que dar pasos. Subrayo: todos, pasos… Y yo, que estoy dispuesto a dar los que haga falta –al fin y al cabo, ¿qué son unos pasos más para un veterano korrikalari?-, me pregunto: ¿qué pasos he de dar si nunca disparé, ni secuestré, ni amenacé, ni coaccioné, ni alenté, ni siquiera disculpé a los que lo hacían? Eso yo, sin cicatrices en la piel. ¿Y una víctima?

lunes, 27 de febrero de 2012

Grândola, vila morena


Se han cumplido 25 años, exactamente el 23 de febrero, de la muerte de José Afonso, uno de los más populares cantantes portugueses. Años antes, a las 0,25 horas del 25 de abril de 1974, Radio Renascença retransmitía su canción “Grândola, vila morena”, la señal convenida para que el Movimiento de las Fuerzas Armadas iniciase la Revolución de los Claveles, un levantamiento militar que en pocas horas derribaría a la dictadura salazarista, la más veterana de Europa.

Desde España se miraba con indisimulado interés –según quién, con temor; según quién, con esperanza- el desarrollo de la vecina revolución. Para el gobierno español, el que no se vertiera una sola gota de sangre no disminuía un ápice la inquietante imagen que proyectaba el levantamiento coordinado por Otelo Saraiva de Carvalho. El general Antonio de Spinola fue nombrado Presidente de la República y Portugal inició su andadura democrática hasta hoy.

La Revolución de los Claveles puso brillo en la mirada de la gente, transformando la resignación en esperanza, pero Jose Afonso era quien antes había puesto letra y música a esa esperanza: Em cada esquina um amigo, Em cada rosto igualdade, Grândola, vila morena, Terra da fraternidade….

Si sumergirse en cualquier local de la Alfama para escuchar fados es la mejor manera de aproximarse a ese fatalismo, a esa melancolía que impregnan las calles lisboetas, escuchar la canción de Jose Afonso es la forma más bella de entender la Revolución de los Claveles.

Fue una hermosa manera de iniciar la revuelta, por más que los sueños y la poesía no suelen encontrar fácil acomodo en los tratados políticos. Así, la revolución acabó comiéndose a algunos de sus hijos, como al propio Saraiva, y la democracia tampoco fue demasiado generosa con símbolos como el cantante. Hace unos pocos años, un día que caminábamos por un suburbio perdido de Lisboa nos topamos con una calle marginal, sin asfaltar. Era la calle Jose Afonso.


viernes, 24 de febrero de 2012

Ochagavía (y III)


Imagen de la noticia
Los danzantes en Muskilda (Diario Navarra)

Las fiestas de Ochagavía se celebran el 8 de septiembre. Una fecha deseada y temida. Deseada, pues las fiestas suponían más gramos de comida y de permisividad, más propinas, música y danzantes. Por la mañana se subía a la ermita de Muskilda, los chavales corriendo, sorteando los arbustos de boj de los alcorces y espantando algunas cabras, y a las noches nos extasiábamos con los fuegos artificiales: unas ruedas de petardos que giraban sujetas a un poste hasta consumirse y que llenaban el pueblo de chispas, de ruido, de humo y del inconfundible olor a pólvora. Era un paréntesis, una ruptura pactada con la austeridad del resto del año. Pero también una fecha temida, decía, porque significaba que el verano tocaba a su fin.

Unos días después madrugaría de forma inusual –antes de las siete de la mañana- para coger la Salacenca y volver a San Sebastián. Y a esa hora, mientras el pueblo comenzaba a desperezarse, yo me acurrucaba en el asiento del autobús preso de una enorme sensación de soledad. Me sentía arrancado por la fuerza de mi hábitat, separado por fuerza de mis amigos, de mi bicicleta y del trozo del río donde nadábamos. Echar cuentas de los meses que me quedaban para volver, era hundirme en la desesperación. San Sebastián me parecía una ciudad prescindible, inhóspita. Por fin, el autobús arrancaba y atravesaba el pueblo a poca velocidad. Cuando cruzaba el puente de San Martín y comenzaba a acelerar, justo donde se forma el río Salazar, yo volvía invariablemente la cabeza para ver encogerse las casas del pueblo.

Cuando las perdía de vista, al pasar junto al cementerio, no me veía con fuerzas de sobrevivir hasta junio del siguiente año. Había dejado el verano en Ochagavía y, unos pocos kilómetros después, sentía que el otoño había irrumpido en mi ánimo de forma demasiado súbita, dejándome desarbolado.


jueves, 23 de febrero de 2012

Ochagavía (II)


Pamplona pertenecía a otro universo, por más que un autobús -la Salacenca- cubriese el trayecto a diario. Ninguno de mis sueños llegaba hasta allí. Era el extranjero, la ciudad ajena a donde cada curso se desplazaban docenas de seminaristas a estudiar lo que yo pensaba que era algo sublime y luego me enteré que no era más que formación profesional.

Ochagavía disponía de todo lo que un niño puede demandar. Menos futuro. Así que me vi trasladado a San Sebastián a construirlo. Pero regresaba al pueblo al comienzo de cada verano. Y lo hacía nervioso, con una ansiedad amasada durante todo el invierno. Ochagavía era la vuelta a la libertad.

Las primeras noches dormía con sobresaltos, hasta acostumbrarme de nuevo al ruido constante del río y al esporádico de las campanas de la iglesia, que señalaban los cuartos y las horas. Pero me despertaba alegre. Allí, de nuevo era dueño de mi tiempo. Un día daba para todo, para jugar en el frontón, para bañarse, para ir en bici a Ezcaroz o a Izalzu, para pescar chipas, madrillas o truchas… También para encender los primeros pitillos y para fijarse en las chicas que, como yo, iban a pasar el verano, y que las denominábamos “las veraneantas”. Al anochecer, nos juntábamos chicos y chicas para reírnos y hacer planes. Ya queríamos jugar a ser adultos.

Mis padres permanecían en San Sebastián, y la tía con la que convivía en Ochagavía era una mujer moderna –incluso hoy lo sería-, lo que le dotaba de un cierto exotismo. Ahora, viéndola en la distancia, diría que era una mujer librepensadora, que toreaba con la necesidad y practicaba una religión prêt à porter. Si el párroco era un remedo rural y tosco de Pío XII, mi tía era comparable a Juan XXIII. Murió hace muchos años, cuando yo era ya adulto. Se sorprendería si supiera que todavía le sigo estando agradecido.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Ochagavía (I)


Para Bittor Aldabe, de Yabar.

Si la patria de cada cual es su niñez, Bittor, la tuya será Yabar y la mía Ochagavía. Entre sus dos pequeños ríos, el Anduña y el Zatoya, y sobre sus calles empedradas fui naciendo. A la vida y a lo nuevo. Ochagavía, no lo había dicho aún, es un encantador pueblo de la montaña navarra. Pequeño, pero suficiente para albergar todas las fantasías que la fertilidad de un chaval es capaz de fabricar.

La inocencia de la niñez nos ocultaba que eran tiempos de necesidad. Y de rigidez. Dos condimentos inadecuados para hacer digerible la felicidad. Pero lo éramos –felices- pese a todo. Pese a la religión, encarnada por un párroco que extendía un manto de miedo y culpa por todas las esquinas del pueblo. Y pese a unos inviernos durísimos, que nos llenaban de sabañones y nos enseñaban que el hogar sería el refugio donde siempre estaríamos a salvo. Inviernos blancos, en los que el río se helaba y el pueblo quedaba desierto de su fauna habitual de personas y animales.

En las cocinas de las casas –la única estancia habitable- los pucheros hervían repletos de berza y patatas, empañando los cristales y esparciendo su olor penetrante hasta la calle. De vez en cuando, los chavales éramos requeridos para subir unas brazadas de leña del establo, y se nos retribuía con una tajada de pan cubierta con tocino frito. Al anochecer, un frío polar recorría las calles, y los únicos signos de vida eran las farolas, cuya luz mortecina servía para alumbrar poco más que un pequeño círculo a su alrededor, y el humo que escapaba de todas las chimeneas. Desde entonces, el simple olor de leña quemada constituye un alfilerazo a mi desmemoria.

martes, 21 de febrero de 2012

Cosas veredes, Sancho

Un artículo de opinión de Iñaki Galdos en el DV –seguido por una breve trifulca entre ex-compañeros de partido- ha servido para enterarnos de que un parlamentario de Amaiur en Madrid es miembro numerario del Opus Dei.

Tenía para mí que esto del Opus era como una sociedad casi secreta, y también poderosa, sí, y también conservadora, claro. Una suerte de logia masónica, vaya. Y me ha cogido de sorpresa –¡a mis años!-. Porque de imaginarme a alguien del Opus Dei habría pensado en un hombre mayor, contenido, adinerado y muy de derechas, con el escapulario bajo la camisa de seda y, quizás, el cilicio colgado en una percha del armario junto a las corbatas de seda. Nunca en un dirigente de la izquierda abertzale. Ya ven mi error.

El fundador del Opus Dei fue José María Escrivá de Balaguer –hoy Sanjosemaría (sic)- un sacerdote de aspecto líquido que, sin embargo, debía encandilar a sus seguidores. Decía cosas tan chirenes como: “Sé recio. Sé viril. Sé hombre. Y después… sé angel”. Y como a tantos otros colegas suyos, le encantaba dar consejos sobre el noviazgo y el matrimonio. Hmmmm… Esa fijación.




lunes, 20 de febrero de 2012

¿Piove?


Se le veía exultante a Rajoy en Sevilla, en el Congreso del PP, confirmando lo que suele decir Raúl Guerra Garrido, que nada tiene tanto éxito como el éxito. No se engañe: hace tiempo ya que las elecciones no las gana la oposición sino que las pierde el gobierno. Mucho más en periodos de crisis, como hemos visto en media Europa. La gente no ha votado para que venga Rajoy sino para que se vaya Zapatero. La circunstancia es que Rajoy era el que esperaba en la puerta.

A los Presidentes de Gobierno les ocurre exactamente lo mismo que a los entrenadores de fútbol, que les echan los resultados. Quizás exigimos demasiado a los gobiernos, aunque mira a los italianos: “¿Piove? ¡Porco governo!”

sábado, 18 de febrero de 2012

Justicia popular


A Georges Clemenceau se le atribuyen al menos un titular y una frase célebres. El titular es el que puso al artículo de Emile Zola sobre el caso Deyfrus: “J'accuse...!. La frase: “La justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música”.

Veo estos días las imágenes televisivas de Córdoba, donde el abogado del padre de los niños desaparecidos soporta insultos, zarandeos e intentos de agresión. Sí,  cabría una segunda versión de la comparativa: La justicia popular es a la justicia lo que la democracia popular es a la democracia.

viernes, 17 de febrero de 2012

Nueva York de alambre y muerte


Una forma de recorrer los cinco distritos de Nueva York es participando en su marathon. Yo lo hice acompañado por dos buenos amigos: Iñaki Zuzuarregui y Vicente Mier. Es una experiencia que combina la fatiga y la curiosidad, 42.195 metros más allá de la visita turística habitual, limitada a patear la mitad de Manhattan y tocar apresuradamente el Bronx para inhalar un leve aroma de riesgo del lumpen. La marathon arranca del Puente Verrazano y concluye en Central Park, tras atravesar Manhattan, Brooklyn, Bronx, Queens y Staten Island.

Este sería el Nueva York de la geografía urbana, el de Wall Street, el de los rascacielos, el del MOMA y el de Broadway, el del Empire y el de las limusinas que circulan esparciendo el vapor que exhalan las alcantarillas. Pero es la superficie, amigos. En el subconsciente de la Gran Manzana palpitan la ansiedad y la angustia, la opresión, la degradación… Federico García Lorca lo (d)escribió en una obra imponente: “Poeta en Nueva York”.  A mí, que me habían entusiasmado Neruda, Celaya o Miguel Hernández, me deslumbró su poesía. Dicen que es surrealista. ¡Qué va! Es poesía, es irrepetible. Nueva York es una ciudad para regresar. “Poeta en Nueva York” es una obra para releer.

Federico García Lorca fue ejecutado en la madrugada del 18 de agosto de 1936 en un barranco de Viznar (Granada). Ser poeta, republicano y homosexual era un exceso para aquella España negra y sórdida. Por fortuna hoy, remedando a Blas de Otero, nos queda su palabra.

Leonard Cohen interpretó “Pequeño vals vienés”, uno de los poemas de “Poeta en Nueva York”; los hermanos Paco y Pepe de Lucía hicieron lo propio con “Asesinato”.  y Patxi Andion con “Oda a Walt Whitman”.

jueves, 16 de febrero de 2012

El Baracefano

Una parte del Baracefano
Formo parte de un heterogéneo grupo de atletas populares, el Baracefano. Somos 27 personas, no todas en activo, porque los años y los kilómetros se encargan de que nuestras articulaciones nos obliguen a prolongados descansos. Lo más jóvenes rondan los 30 años, como Mikel Beristain, Lupo Cuña, Iker Alzate, Gorka Arenaza, Aitor Bellosillo, Ion y Gorka Busto. Luego la edad va creciendo hasta llegar a un par de jubilados: Vicente Mier y el que esto emborrona. Y entre medio tres chicas: Karmele Mitxelena, Aszen Lakarra y Kontxi Martinez, y el resto de la tropa: Arkaitz, Txema Lakidain, Iñaki Almandoz, José Mari Amundarain, Igor Ayerbe, Josema Brosa, Juan Carlos Fano, Pepelu Fonseca, Carlos Hernando, Igor Zabalbeitia, Mariano Arrazola, Iñaki Zubimendi, Mikel Calatayud, Pello Esnaola y Rafael Azurza.

En lo profesional, todos son de cuello blanco: bancarios y médicos la mayoría, más algún aparejador, algún funcionario y un empresario. Las citas para correr son los martes y los jueves, a las 15’15h. en la puerta del Velódromo de Anoeta. Los recorridos son variados, entre 10 y 15 kms. La costumbre es hacer la ida charlando y la vuelta jadeando.

Vista previa
En Santiagomendi
Además de atletas, tenemos espléndidos nadadores, como Pello –sobre todo-, Aszen y Beris; ciclistas ocasionales, como Aitor, Igor Zabalbeitia, Mikel, Mariano, Beris, Pello –estos dos últimos también compiten en triatlón- y yo mismo. Algunos son esquiadores, como Carlos, Mariano, Kontxi, Mikel Calatayud, Pello y los hermanos Busto; y tenemos a dos cocineros excepcionales: José Mari Amundarain y Josema Brosa.

Si para correr siempre hay bajas -cada vez más numerosas-, cuando se convoca cena la asistencia es multitudinaria. Los dos chefs, con la ayuda de Fano y Pepelu, suelen preparar unas cenas soberbias. Como somos atletas, que no cartujos, tras los postres –si hay suerte, tartas elaboradas por Aszen-, Juan Carlos se encarga de preparar unos gin-tonics para hidratar al personal, mientras las cajetillas de tabaco van de mano en mano y se organizan ruidosas partidas de mus. Es habitual que los veteranos, también en esto, les demos caña a los jóvenes.

A veces incluso se canta. Textos irrreproducibles, of course.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Holodomor - Chernobyl

Dos palabras ucranianas. Dos tragedias. La primera, holodomor, significa literalmente hambruna y es el término que se utiliza para denominar la operación de exterminio puesta en marcha por Stalin en 1932-1933 y que acabó con la vida de entre cinco y siete millones de ucranianos (aún no ha podido fijarse con exactitud el número de víctimas). La mayoría pereció por hambre, el resto en ejecuciones y deportaciones a Siberia. Hasta dónde subió la marea que las autoridades locales se vieron obligadas a imprimir carteles con este texto: "Comer niños muertos es salvajismo". Así, la colectivización forzosa impulsada por el lider soviético se convirtió en la mayor tragedia en la historia de Ucrania.

La segunda, Chernobyl, podría significar pasto negro u hojas negras. El nombre se hizo tristemente popular el 26 de abril de 1986, cuando explotó el reactor número cuatro de su central nuclear, liberando una colosal nube de material radiactivo que se esparció por toda Europa. Más de 100.000 habitantes de la zona (40.000 habitantes de Pripyat, la ciudad más próxima a la central nuclear), fueron desalojados, quedando desde entonces desierta la ciudad como toda la zona de exclusión que rodea la central.

Existe controversia sobre el número de víctimas. Según un estudio de Green Peace se estima en alrededor de 270.000 los casos de cáncer atribuibles a la radiación de Chernóbil. El ministro de Sanidad ucraniano afirmó en 2006 que más de 2.400.000 ucranianos, incluyendo 428.000 niños, sufren problemas de salud causados por la catástrofe.

La zona de exclusión de Chernobyl se ha convertido en un microcosmos donde habita una extraña fauna, también humana. Quien tenga curiosidad por saber cómo transcurre allí la vida, y sea aficionado a la novela negra, matará dos pájaros de un tiro leyendo “Tiempo de lobos”, un espléndido relato de Martín Cruz Smith.

Sobre el Holodomor, he de confesar que la primera vez que lei algo fue en la obra “El imperio”, de Ryszard Kapuscinski. Un reportaje –auténtica obra de culto- que se pasea por lo que fue el paraíso soviético y que produce los mismos efectos que una conocida marca de bebidas energéticas: te da alas… para salir volando de semejante pesadilla.

martes, 14 de febrero de 2012

Somos sospechosos

En el exterior existen dudas sobre la permisividad de las autoridades españolas con el doping. No hace falta indagar mucho, a golpe de clic en Wikipedia se pueden contar más de 40 ciclistas españoles envueltos en casos de dopaje en lo que va de siglo -que no va tanto, apenas 11 años-. Casi todos los casos han tenido la misma puesta en escena: la declaración de honradez del acusado, la certeza -casi nunca cumplida- de poder demostrar su inocencia y el apoyo incondicional del entorno. Pero son demasiados casos como para que no se tomen medidas más drásticas. Y si además de hacer poco, salimos con manifestaciones como las que protagonizaron Rodriguez Zapatero y Rajoy apoyando a Contador sin saber de qué iba la fiesta, pues no hacemos otra cosa que cerrar el círculo de las sospechas.

Yo no quiero entrar en la discusión sobre si hay que permitir o no la utilización de todo tipo de sustancias, ese es otro debate. Lo que hay que subrayar es la existencia de unas normas que todos deben respetar, y quien no lo hace cobra ventaja sobre los demás. Lo que ya no se entiende -y acaba por embarrar todo- es que los perjudicados, el resto de ciclistas en este caso, se solidaricen con el infractor en lugar de llamarle tramposo y exigir su castigo.

lunes, 13 de febrero de 2012

La justicia soy yo

Tenemos una justicia que no siempre funciona bien. Entiéndase: solo acierta cuando sus sentencias coinciden con mis opiniones. Este es el panorama. El Tribunal Supremo ha condenado a Garzón por unanimidad y el Diputado a Cortes, Gaspar Llamazares proclama: "Diga lo que diga el Tribunal Supremo Garzón es inocente. Ni respeto ni acato la sentencia". Cuando el TSJ de Valencia absolvió a Camps, opinaba así: "Dudo que esta sentencia se corresponda con el papel de la justicia, en mi opinión es la justicia al revés". Antes, en el caso del 11-M consideró que "con la sentencia resplandece la verdad material de los hechos". Y se ve que lo único que resplandece es la contrariedad de Llamazares cuando las sentencias no se ajustan a sus deseos. No es el único, claro. Basta seguir la prensa para percatarnos de que algunas redacciones se han convertido en salas penales, con su aportación de pruebas y anticipo de sentencias.
 
Parece como si todos quisiéramos emular a Luis XIV, el Rey Sol: "la justicia soy yo". Menos mal que no es verdad, porque aviados estábamos.

viernes, 10 de febrero de 2012

Cosas del estado

29 Abril 2007
Hace unos días, por medio de ETB, me enteré de que una mujer asturiana quiere ceder la custodia de su hija al estado, por no poder controlarla. Es una noticia de interés: por una vez, ETB utiliza la palabra “estado” de forma adecuada. Sabido es que, para evitar la aparición de sarpullidos en los locutores, su libro de estilo aconseja sustituir de forma permanente el vocablo España por estado, por más que este último término deba referirse en exclusiva a las instituciones de aquella.

Por no decir “una empresa española” dicen “una empresa estatal”, sin importar que sea privada; y por evitar decir “el ciclista español”, yo he oído decir “el ciclista estatal”, como si fuera ciudadano y vecino del Ministerio de Obras Públicas. No son los únicos. Un comunicado de una entidad financiera afirmaba su intención de continuar expandiéndose por Francia y por el Estado (sic). Cosas veredes, Sancho.

Volviendo a la noticia, hay quien afirma que la petición es absurda, que las familias no pueden ir trayendo hijos al mundo para cederlos al estado cuando no pueden con ellos. Tienen su parte de razón. Lo malo es que si la Administración ha intervenido –como lo ha hecho hace pocas fechas- para suspender a unos abuelos la tutela de un niño por encontrarlo excesivamente obeso, parece razonable pensar que tal preocupación por el bien de la infancia debería extenderse a algo más que a vigilar el contorno de sus cinturas.

El caso es que comenzamos a preguntarnos cómo hemos llegado a esta situación. Hay teorías para todos los gustos, aunque hay una que se abre paso a marchas forzadas: la teoría de la inhibición. Por efecto pendular de la educación recibida en la dictadura, se ha querido eliminar cualquier vestigio de principios y de firmeza en las relaciones familiares. Eso por un lado. Y por otro, se ha delegado en el profesorado la educación de los hijos. Pero con una particularidad. Que en esa transferencia se ha excluido la autoridad. Y si un profesor se ve desautorizado por los padres de un alumno al menor castigo que inflinge a éste, automáticamente queda reconvertido en funcionario.

Pero bueno, todavía no hemos tocado fondo. Lo haremos cuando se produzca el caso contrario: que un menor solicite al estado que se haga cargo de sus padres por no poder con ellos, y la Administración le haga caso y los recluya. Llevamos camino.

Un siete de mayo

15 Abril 2007
Es probable que la historia juzgue a los regímenes comunistas como un colosal –y sangriento- fraude a quien debía ser precisamente su principal beneficiaria, la clase obrera. De tal juicio, no se verán eximidos ni por la generosa entrega de muchos de sus militantes en la lucha contra el fascismo, en la Europa Occidental, ni por su contribución a las políticas de concertación que, por ejemplo, permitieron a nuestro país incorporarse a lo que se ha denominado como Estado del Bienestar.

Es el caso de quien hablo: un hombre que fue miembro del Partido Comunista y participó en la fundación de las Comisiones Obreras de Guipúzcoa cuando corrían los años duros de la dictadura.

Me llamaba la atención su carácter desinhibido, su gusto por la discusión política con cualquiera, sus carcajadas espontáneas y ruidosas. Un hombre que tuvo que luchar en la clandestinidad, pero que nunca quiso ejercerla. Solía decir, y no cuesta nada creerle, que nunca vivió en un país libre.

Pero digo mal si atribuyo su actitud a su carácter. Sería más exacto decir que su afán de hablar, de escribir, de ejercer la libertad en suma, fue producto de su exigencia moral, de un requerimiento superior al silencio que impone el miedo. Frente al silencio, la palabra; frente al miedo, la arrogancia del hombre libre.

No tuvo miedo ni al franquismo ni a ETA. Ellos a él, sí. Aquellos le detuvieron, le torturaron durante cinco días y le encarcelaron cinco años. El siete de mayo del dos mil, cuando regresaba a casa tras comprar los periódicos, un etarra le pegó cuatro tiros por la espalda. Estas líneas son en su memoria, en recuerdo de José Luis López de Lacalle. Un hombre noble, un hombre libre. Asesinado por serlo.

Engreídos

23 Abril 2007
La pregunta de la semana ha girado en torno al gol de Messi ante el Getafe. ¿Fue mejor que el de Maradona en el Mundial? En general, las preguntas que permiten todo tipo de respuestas suelen ser irrelevantes. Mucho más ésta. En todo caso, el interrogante de interés consistiría en saber si Messi va a seguir los pasos de Maradona.

Hay pocos deportes que proporcionen tantos casos de endiosamiento como el fútbol. No es extraño. Se trata de un deporte que levanta pasiones –no precisamente las más elevadas- y donde corre el dinero de una forma obscena. Más: los mejores futbolistas le deben muy poco al esfuerzo y al sacrificio, y muy mucho a una habilidad natural con la que tuvieron la fortuna de nacer o que adquirieron de niños. Podían haber nacido con la habilidad de romper nueces con el culo, como existen algunos casos, y no les hubiera servido de nada más que para salir en algún reportaje televisivo de folklore local. Pero no, tienen la habilidad de patear el balón y eso cotiza en oro.

Se puede ver a ciclistas como Indurain, Olano o Lejarreta, cuya forma de comportarse es de una normalidad –por no decir modestia- apabullante, pese a haber sido grandísimos deportistas. No lo fueron por su habilidad para manejar el cambio o para andar sin manos, sino por haber tenido una disciplina férrea y por haberse sometido a un trabajo físico formidable. Y eso marca carácter.

Los futbolistas, en cambio, son refractarios al esfuerzo, y entrenan menos que cualquier miembro del Donostiarrak que les dobla o les triplica la edad. Así, muchos aguantan a duras penas noventa minutos de partido donde corretean cansinamente apenas unos cientos de metros.

Y es penoso verlos, engreídos, ejerciendo de estrellas, haciendo ostentación a lomos de sus vehículos de lujo y firmando autógrafos con desdén a los chiquillos que se les acercan. Esto, cuando están fuera del campo. Porque jugando son peores: quejicas, tramposos, maleducados…Y todo esto lo practican tanto las figuras como las mediocridades de cualquier equipo de provincia. ¿Cómo extrañarse del comportamiento endiosado de Maradona si, al menos, dicen que le daba a la pelota con maestría?

Pero nada, la afición volcada con sus colores. Y los futbolistas, con su chequera. Qué tropa.

La popularidad

10 Abril 2007
La popularidad es la carga suplementaria que arrastran aquellas personas cuya especial competencia se ha hecho pública en las artes, en las ciencias o en otros ámbitos. En general, las personas afectadas se suelen quejar de esta faceta y anhelan el tiempo en que eran anónimas.

Por eso me llama la atención el gusto por la popularidad de alguna gente. Ese esfuerzo por ser conocido, que no reconocido. Esa vanidad pueril. Como carecen de motivos para poseerla gratis, se esfuerzan en ganársela a base de salir en los medios. ¿La excusa? Cualquiera. ¿La plataforma más adecuada? Tanto da, aunque la que proporciona el fútbol es de las más apetecidas. Me vienen ilustres nombres a la cabeza como un tal Doctor –mira por dónde- Cabeza, Gil y Gil, Lopera, Piterman…

Este tipo de personas están tan encantadas de haberse conocido que no quieren privar al resto del universo de semejante goce. Por eso son generalmente de carácter expansivo, y se deleitan en entrevistas con los medios –su hábitat preferido-, donde suelen ser proclives a perorar sobre lo divino y lo humano.

Una vez lanzado al estrellato, todo es coser y cantar. No le faltará ser nombrado cófrade de la morcilla o el bacalao, ni invitado a cuanto sarao de tal se precie. Pronto adquirirá soltura para desenvolverse en los platós, y –si anda por estas tierras- para lidiar con algún reportero malévolo que trate de ponerle en un aprieto pidiéndole opinión, por ejemplo, de ETA. Exhibirá entonces buena cintura y echará mano de originales conceptos como el ansia de paz del pueblo o la necesidad del diálogo. Es decir, pagará amablemente el canon que le permita seguir viviendo sin sobresaltos.

Este largo preámbulo viene a cuento por una entrevista que en el DV le hicieron a Miguel Santos, un hombre que ha querido ser presidente del Osasuna, de la Real y del Bruesa. Por amor a los colores. A todos debe ser. Yo no le conozco, pero su titánico esfuerzo por ser conocido me parece conmovedor. En la entrevista, Santos dice que “En la vida hay dos placeres, que son amar y comer”. Así, urbi et orbe. Tontería, pero solemne.

Como amar sólo es un placer cuando es correspondido, pues amar a alguien que nos desdeña tiene poco de placentero, hay que concluir que el único placer que le queda a Santos es comer. Pena. A los lectores de sus entrevistas les aguarda otro más: pasar página.

El conocimiento

2 Abril 2007
Decía un experto que en la vida lo que importa es el conocimiento y no la inteligencia. Añadía que ésta no es más que una herramienta –una excelente herramienta, eso sí- para adquirir aquél. Parece una explicación razonable, mucho más si hablamos de las relaciones personales.

No hay más que ver que la prueba del nueve de cualquier pareja estriba en su capacidad de sobrevivir tras haberse conocido. El conocimiento de la pareja es el que se encarga de contrastar si el alma gemela que nos embargó el corazón es tal, o fue una mera proyección de nuestros deseos.

Es probable que en ese afán de encontrar la pareja perfecta siga vigente el mito que contaba Platón, ese que dice que hubo un tiempo en que las personas eran seres andróginos, y que, indignado por el exceso de felicidad en que vivían, Zeus los castigó partiéndolos por la mitad. De ahí proceden el hombre y la mujer como seres separados, y de ahí procede la infatigable búsqueda de la otra mitad para volver a formar entre los dos el ser unido que fueron.

Decía que es el conocimiento el que nos pone en nuestro sitio. El que confirma que el enamoramiento a menudo no es más que una enajenación mental transitoria. Si la pasión es la cara, el conocimiento es la cruz de la moneda. Y qué cruz. Remitida la fiebre, nos mostrará que no somos ni los más guapos, ni los más interesantes, ni los más hercúleos, ni los más sensibles. Somos personitas, que diría Mafalda. Inmaduros, maníacos, miedosos…

Pero también se producen casos en que la chispa inicial –por causa física o química- se mantiene sin languidecer. Entonces es cuando el conocimiento nos hace capaces de querer con generosidad a personas tan imperfectas como nosotros.

Diálogo

19 Marzo 2007
Es pintoresca nuestra tierra. Su paisaje, su paisanaje. Está gobernada por una persona amante del diálogo –político, se entiende-, lo que es mucho mejor que ser amante del bate de béisbol o del coche bomba. Estoy dispuesto a dialogar hasta el amanecer, afirmó en una ocasión. Lo que está bien, aunque no sea para echar cohetes: a la postre, es lo que hace la juventud cada fin de semana. Pero no es el único en esta afición. Muchas formaciones políticas coinciden en que todos los problemas se deben resolver a través del diálogo. No todos. Alguno hay, como el de la Real Sociedad, sólo posible de resolver mediante la oración a la Virgen de Aranzazu.
No es cosa sólo de los políticos. También los sindicatos, los obispados y otro tipo de asociaciones, propugnan el diálogo como base de la resolución de los conflictos.

Tiene su lógica. Al fin y al cabo, las elecciones de más peso suelen ser al Parlamento. Institución que, al menos en su nombre, cierta relación guarda con el diálogo.

Podíamos decir que ese gusto por el diálogo es una de las coincidencias de los vascos, lo que me parece razonable. No tanto que muchos confíen en él más que en el cumplimiento de las leyes. Pero lo que no acabo de entender es porqué en las sociedades gastronómicas o en nuestro propio club existe un veto implícito a dialogar de política, cuando tantas son sus cualidades.

Causa extrañeza que este fármaco, a quien se atribuye la propiedad de establecer la concordia entre lejanos, sea proscrito por temor a que genere la discordia entre cercanos. Pero además de absurdo, es un veto innecesario. Aquí –salvo los consabidos comentarios sobre Bush, Aznar y cía., que aseguran una cómoda y general aceptación- el personal sólo habla de política delante de su abogado.

La primavera

26 Marzo 2007
La primavera se ha colado sin llamar. A pesar de que sepamos la fecha exacta de su llegada, a veces nos sorprende. Como un amanecer sin haber puesto el despertador. El día se alarga, el clima se torna más benigno. Y el árbol señala con su flor el lugar donde crecerá el fruto. La flor, el fruto, la vida… todo es efímero. Pero todo se repite. Incluso los errores.
Y no debería ser así. Nos despojamos de la indumentaria que nos ha resguardado del invierno y quedamos expuestos. Como la arena, una vez que la ola se retira de nuevo al mar y la deja a la vista, asombrada de mostrarse desnuda. Pero no es tiempo de extasiarse en la mirada. Es hora de observar las costuras, de aplicar el remiendo, sin olvidar que fue herida antes que cicatriz. Evocar el dolor, aunque sólo sea para eludirlo esta vez. Medir el volumen de nuestras decepciones. Y también dar forma, o nombre, a los deseos.
Son los propósitos. La soberanía del ser humano para afirmarse. Para que si alguien le lleva en volandas sean las circunstancias, que no la corriente. Para ser mejor. Para fijar su camino. Y su compañía. Ahora es el momento, cuando ya no hay exceso de ropaje que atenúa la voz ni frío que entumece el músculo.

Estamos confinados, sí, en un tiempo, en una latitud. Incluso en un cuerpo. Pero somos libres. Con esas limitaciones, pero libres. Libres para abrazar esta primavera.

No problem

5 Marzo 2007
El recientemente fallecido Ryszard Kapuscinski, corresponsal de prensa polaco y autor de numerosos libros de viaje, le daba particular importancia al lenguaje gestual. Cosa extraña siendo escritor. De hecho, en uno de sus libros, relata un viaje por Africa en el que se adentró en Etiopía. Tuvo que contratar a un chófer etíope, Negusi, cuyo conocimiento del inglés se reducía a dos palabras: problem y no problem.

Con esa breve ristra de palabras, más el lenguaje extraverbal, recorrieron tres mil kilómetros por los caminos etíopes, haciendo frente a innumerables peripecias. Les detenía una patrulla del ejército y Kapuscinski preguntaba: ¿Problem? Respondía Negusi: Problem. Entonces, el periodista entregaba diez dólares al chófer, éste se los pasaba a los militares, giraba la vista hacia Kapuscinski y le comentaba: No problem. Y seguían camino.

¿Son pocas dos palabras? Parece que sí. Aquí utilizamos muchas más, aunque nos entendemos mucho menos. Hace poco lo recordaba –con razón- otro periodista: para saber la verdad de lo que pasa es necesario leer cuatro periódicos por lo menos.

Pensándolo bien, el atletismo también es un deporte de pocas palabras. De hecho, con esas mismas dos nos bastarían.

Pongamos que en una carrera vas con un compañero. Le preguntas: ¿Problem? Si te mira con ojos agónicos y responde afirmativamente: Problem, ya sabes que es el momento idóneo para cambiar de ritmo y dejarlo tirado. Cosa que a todo el mundo le parece muy fea, pero que el buen atleta practica con singular regocijo. Por eso, aunque vayamos desfallecidos y sea nuestro último estertor, la respuesta es obligada: No problem.

Conjunción adversativa

12 Marzo 2007
Hay palabras terribles y palabras inocuas. La palabra "pero", aparentemente, es una de estas últimas. Repito, aparentemente. Se trata de una conjunción adversativa -primer aviso de lo que viene-, que une dos elementos, contraponiendo el segundo a la noción expuesta en el primero. En la práctica no es que contrapone, es que lo destroza. Eso sí, con suavidad. A veces es como un puñetazo gramatical, pero siempre con guante de seda.

Hasta tal punto es devastadora esta palabra, que a menudo hace innecesaria la segunda parte de la oración. Veamos si no. Te confiesa tu novia con gesto compungido: Ya sabes que yo te aprecio mucho, pero…No hace falta que siga. Ya sabes que tu tarea inmediata consiste en doblar bien la ropa, introducirla en la maleta con dignidad, comprar una botella de ginebra y buscar cobijo para la noche.

Otro ejemplo más. A punto de concluir tu periodo de prueba en una empresa, te dice tu jefe con cara de conejo: Estamos francamente contentos con el trabajo que has realizado, pero… Deténle, no dejes que continúe. Ahórrate la afrenta. Enciende un pitillo, échale el humo a la cara y vete con rapidez a la oficina de empleo.

Otro tanto se puede aplicar a las tertulias de atletismo. Cuando uno te esté contando que en el kilómetro 25 del maratón iba de cine, pero… No lo dudes. Levántate y cambia de mesa porque ya sabes cuál va a ser el final.

A mí mismo me ha ocurrido. Me había jurado correr esta carrera del Donostiarrak, me he metido picos sin cuento, he tenido mis tendones en palmitas desde hace tres meses, pero…

S.M. la Juventud

18 Febrero 2007
Deplorar la educación de la juventud se ha convertido en deporte nacional. Y, como en casi todas las cosas que nos ocurren, la discusión suele terminar estableciendo responsabilidades. Para unos es la sociedad, como si la sociedad fuese un ente ajeno o una entelequia; para otros, los profesores. Casi nadie repara en su propia responsabilidad.

El psicólogo José Antonio Marina suele recordar el sistema educativo de antaño, que se expresa de una forma muy simple: toda la tribu es la que educa. Los que hace tiempo dejamos de ser jóvenes recordamos las collejas que nos propinaba cualquier vecino si nos veía hacer el gamberro. Hoy en día, aquella colleja sería utilizada para denunciar al infractor, es decir, al vecino.

Su majestad el joven campea en la impunidad. No porque haya peleado por ello ni porque lo haya conquistado. Ha sido por cesión graciosa de todos los que nos quejamos ahora de las consecuencias. Confundir la libertad con la ausencia de firmeza tiene sus riesgos. Malos tiempos para la lírica… y peores para la autoridad.

Pero siempre hay motivos para la esperanza. Al fin y al cabo, la juventud no es más que una enfermedad que se cura con el tiempo.

Miedo

26 Febrero 2007
Reconozcámoslo: no hay quien nos entienda. Una de las múltiples e inservibles encuestas realizadas nos lo confirma. Resulta que tenemos miedo a la muerte… y también tenemos miedo a vivir demasiados años.

Pero no deja de ser coherente semejante incoherencia. Tener miedo a la muerte es natural, al fin y al cabo sólo tenemos una vida que, además, nos la pasamos trabajando para hacerla más agradable. A la vez, y vista la proliferación de residencias de ancianos y las imágenes que nos llegan, tampoco parece deseable llegar a ciertas edades.

No es de extrañar que se hable cada vez más de eutanasia. El empeño que utiliza nuestro sistema sanitario para prolongar la vida por encima de todo –incluso de la voluntad de los propios interesados- en muchas ocasiones es un despropósito. Me atrevería a afirmar que muy pocos quieren verse viviendo, es un decir, postrados en una cama o en una silla, con las capacidades físicas y mentales reducidas, sin esperanza de curación, y con el deseo creciente de que finalice cuanto antes una vida vegetativa o en estado terminal. Una situación en la que más que alargar la vida, lo que se alarga es el sufrimiento.

La ciencia avanza de forma vertiginosa. Pero la fecha de caducidad del ser humano no ha variado demasiado. Y no sé cuánto tiene de éxito de la ciencia el que ahora las personas alcancen con facilidad los 95 ó los 100 años, cuando un elevado porcentaje de ellas vive en estado de demencia.

Y entiéndase, no se trata de pedir que se acabe con nadie. Se trata de que uno, en uso de su libertad, pueda pedir educadamente que lo transfieran de una santa vez al otro barrio.

El precio

12 Febrero 2007
Decía Gabriel Aresti: "El día en que no haya dinero / los hombres / no se venderán". Se equivocaba. Sin dinero –según dicen los que entienden- lo que no hay es inflación. Pero las personas se venden igual, porque la clave no es el dinero sino el precio, aunque en muchos casos coincidan.

Todos tenemos un precio. Todos nos venderíamos de buen grado ante un precio tentador. Puede ser el dinero, porque es éste el intermediario que permite satisfacer otros deseos. Pero habrá también quien jamás se vendería por dinero… pero sí por poder, o por amor, o por la familia.

Y aquí también los atletas tendríamos rancho aparte. Sin ir más lejos, yo no tendría mayor inconveniente en venderme al diablo. Hombre, no lo haría por el precio estético de Dorian Gray, pero si me asegurara la desaparición de mis lesiones… me lo pensaría. Además, con esto del cambio climático, vete tú a saber si el infierno es el que era. A ver si al introducir el pie en la caldera no le pedimos a Pedro Botero que suba un poco la temperatura, que se ha quedado fría.

Orígenes

4 Febrero 2007
Dicen que lo solía contar Unamuno. A un cortesano francés que se jactaba de que los orígenes de su familia databan de varios siglos atrás, un vasco le espetó: los vascos no datamos.

Es una sentencia que se ha utilizado con profusión y con indisimulado orgullo. El orgullo de los orígenes. Cuanto más lejanos, mayor. Vaya por delante que nunca he entendido esa íntima complacencia. Nacer, es una circunstancia que se realiza ajena a la voluntad del interesado. Fue el azar –aunque sería mejor decir la fortuna- y no nuestro deseo quien nos colocó aquí.

Y mejor no preguntarse cómo nos engendraron. Si fue por voluntad o por descuido. Si fue a conciencia o por un coito desganado tras una siesta de verano. Y mejor todavía no remontarse y hacer las mismas preguntas con nuestros antepasados, no vaya a ser que acabemos descubriendo que hemos evolucionado de un cruce perdido de chimpancé y orangután.

Todos somos muy parecidos y muy distintos. Aseguran, por ejemplo, que nuestro código genético es casi igual al de un pollo, de Oiquina o de caserío. Lástima para nosotros los atletas. Si al menos fuera como el de un avestruz es fácil que tuviéramos unas marcas de relumbrón. Y mira, de eso sí cabría jactarse.

¿Somos infelices?

21 Enero 2007
"Somos infelices porque buscamos algo que no existe". Éste es el titular con que el DV encabezaba una entrevista con Albert Figueras, autor del libro "Optimizar la vida". No es mala pretensión ésta, aunque bien podía haber comenzado el autor por algo más modesto, como por ejemplo, optimizar la entrevista.

El titular es una afirmación inexacta: no podemos buscar lo que no existe. No es que no podamos buscarlo, es que ni siquiera podemos nombrarlo. Sólo existe lo que tiene nombre.

Otra cosa es que el autor quisiera decir que somos infelices cuando perseguimos imposibles. Por ejemplo, soy infeliz porque no consigo hacer 10.000 metros en treinta minutos. En este caso la afirmación sería algo más creíble, pues la frustración es una de las manifestaciones de la infelicidad.

Pero el asunto es más sencillo. La infelicidad no la produce ninguna búsqueda por vana que sea, incluso es probable que seamos infelices precisamente cuando dejamos de buscar. La infelicidad, la auténtica, se produce cuando perdemos algo o a alguien.

No hay que perder de vista que la felicidad, como la perfección, son sobre todo aspiraciones. Nada hay más humano que el deseo de ser mejor. Pero si las personas felices no suelen ser peligrosas, conviene estar precavido frente a los perfectos. Decía uno: "Yo tenía un defecto: era vanidoso. Pero me corregí y ahora soy perfecto".

La deslealtad

29 Enero 2007
Amigos en el entrenamiento, rivales en la competición. Es ésta una frase común en el atletismo, un deporte estrictamente individual. Frase común, pero no siempre comprendida. Acordémonos de la casqueta de Martin Fiz. Era el Campeonato del Mundo de Marathon en Grecia y pretendía que Abel Antón le diese algunos relevos. Éste le dio uno solo y letal, el que necesitaba para alzarse con el triunfo.

Quien bautizó a nuestro deporte con el nombre de atletismo sabía lo que se hacía. Su significado se deriva del griego "athlon", lucha. Es decir, el atletismo no es jugar al corro de las patatas, es competir. Contra otros o contra uno mismo –a menudo el peor adversario-, pero competir. Y casi todo el mundo se deja el higadillo en la tarea.

Digo casi todo, porque siempre hay alguna excepción. Como la de Ignacio Zuzuarregui, cuya excepcional calidad le permitía hacer un maratón en 2h. 39m. sin mayor esfuerzo y sin darle la menor importancia, y capaz de desdeñar el crono en innumerables carreras por esperar y acompañar a cualquiera de sus amigos.

Pero el que esta forma de proceder me parezca generosa –sobre todo por haber sido uno de los beneficiados- no quiere decir que lo contrario me parezca mal. En el atletismo, la aspiración de ganar al compañero, incluso soltando algún codazo si nos estorba deliberadamente, no es comportarse con deslealtad. En otros lugares, sí. Sin ir más lejos, en el mundo de la empresa, donde el afán desmedido por ganar –posición, dinero- hace que algunos gestos, codazos incluidos, además de dolorosos sean casi siempre desleales.

El relativismo y el crono

17 Enero 2007
Si el relativismo es aplicable a alguna disciplina deportiva, ésta es el atletismo. Los factores que concurren en el rendimiento de un atleta -peso, altura, edad, tipo de fibra muscular, mentalidad, herencia genética...- son tan variados que hacen que la clasificación de una carrera tenga un valor más que relativo.

En el hipódromo, a los caballos les ponen un handicap en forma de plomo. A los boxeadores y a los de halterofilia les dividen según el peso. En el fútbol, para evaluar a un equipo, se tienen en cuenta la ciudad y el presupuesto. En el atletismo, no. Sólo existe un factor, el crono.

¿Es lógico medir por el mismo rasero a un joven etíope que a un veterano donostiarra? ¿Es igual ser espigado que obeso? ¿Da lo mismo ser profesional del atletismo que de la construcción? Pues sí. El pistoletazo, siendo tan distintos, a todos nos hace iguales. Mal comienzo.

Los sofistas ya anunciaban que el ser humano es la medida de todas las cosas. Lo que no decían era que, en sí misma, una persona también es la suma de unas medidas. Y una de las más importantes -sobre todo en el atletismo- es la de la cintura. Injustamente ignorada.

Nosotros podríamos someternos a un régimen, pero a los jueces federativos, ¿quién les mete en cintura?

La segunda vida

1 Enero 2007
El fin de semana, "El Pais" publicaba una entrevista con el Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk. Resalto una de sus declaraciones: "Cada vez que me veo en apuros entro en mi segunda vida: la fantasía".

Pamuk no hace sino poner en palabras lo que es común en la mayoría de los mortales: la necesidad -aunque sea fugaz- de refugiarse de la realidad. O del prójimo, que también es real aunque muchas veces lo quisiéramos virtual. O de nosotros mismos, las más de las veces.

Para muchos, esa segunda vida tiene forma de atletismo. Lo que, de ser así, sería todo un logro lingüístico y nos libraría de quedar mal cuando tratamos de explicar inútilmente qué es para nosotros el atletismo. Mi segunda vida, mi madriguera, diríamos. Y con un mismo brochazo pintábamos la respuesta y nos dábamos un barniz intelectualoide, que nunca está de más.

Pero si debemos vigilar nuestros deseos, no vaya ser que se hagan realidad, tampoco podemos olvidar los conflictos que surjen si invertimos los términos. Conozco alguna persona que cuando tiene problemas en el atletismo se refugia en la realidad.

Es cierto que la literatura y el atletismo tienen pocas cosas en común, salvo las más importantes: su práctica no precisa la inspiración sino la transpiración, y en ambos, soñar es libre.

El sexo y la tendinitis

15 Enero 2007
Es una historia conocida. Corrían los años ochenta cuando un pintoresco presidente cántabro, apellidado Hormaechea, se propuso mejorar la cabaña de su tierra. Para ello, adquirió un formidable semental que fue bautizado con un nombre de raíces moras y sabor freudiano: Sultán. El toro había costado una fortuna, por lo que le pusieron a la tarea de inmediato.

Su fama se extendió con rapidez por los establos: con sólo oir mentar su nombre las vacas se humedecían y mugían de deseo. Sultán comenzó a ser solicitado por todas las esquinas, hasta que le ocurrió la misma desgracia que a tantos atletas que, obsesionados sólo por correr, olvidan los estiramientos: sufrió una tremenda tendinitis en uno de los cuartos traseros.

Pero si para un deportista una tendinitis es un contratiempo, para un semental significa su invalidez absoluta. Es impensable que un toro de una tonelada se alce sobre la grupa de la vaca y empuje con tesón a la pata coja. No sólo es que sea impensable, es que no se puede concebir semejante desdoro para un semental. Naturalmente, Sultán hubo de ser sacrificado, para dolor de Hormaecha y luto de las vacas.

Este hecho, aparentemente trivial, nos desvela algunas cosas de interés. La más importante, que la mayoría de animales –excepto el ser humano- no se ha enterado de las teorías darwinianas y sigue sin adaptarse a los cambios. Así les va. Habría bastado con que los toros y las vacas hubieran aprendido a fornicar tendidos, para que Sultán prosiguiese con su actividad laboral. La tendinitis no le hubiera impedido acostarse solícito, poner a la vacas sobre él, acariciarlas con las pezuñas, y cubrirlas amoroso. Pero no, seguir haciéndolo a las cuatro patas -como animales- fue fatal para él.

Murió sin que nadie le hubiese explicado quién era Darwin. Y sin que le hubieran enseñado, al menos, un cuadro de estiramientos. Lástima.

Las mujeres y el atletismo

18 Diciembre 2006
La presencia de mujeres en cualquier actividad cultural es superior a la de los hombres. Sensiblemente superior. Sea el cine, una exposición, una charla, o incluso un gimnasio, las mujeres muestran un interés mayor. Salvo en dos actividades. Una, en jugar a cartas. Búsquese un tascucio insalubre y lleno de humo, y compruébese la desproporcionada proporción de machos-hembras.

Otra, el atletismo. No vayamos más lejos y miremos en nuestro club o en cualquier carrera en la que participemos.

Lo que da que pensar. Sigamos con lupa los pasos de la lógica: 1.- Las mujeres son más participativas que los hombres. 2.- Las mujeres -está universalmente reconocido- tienen más sentido común que los hombres. 3.- Las mujeres -salvo excepciones- no están por practicar el atletismo.
¿No sería prudente, pues, poner al atletismo en cuarentena?

Hombre, podría ocurrir otra cosa. Que los hombres que corremos tengamos alguna tara común. Podríamos ofrecernos -yo sería el primer voluntario- para que algún laboratorio nos efectuase una trepanación e, introduciendo la linterna por el orificio, comprobase el estado de nuestro cableado.

Quizás ahí estuviese la explicación. Lo decía León Felipe: romper la cabeza para ver si dentro está la luz o está la nada.

Fanatismo

13 Diciembre 2006
El fanatismo y la religión están tan unidos como el invierno y los catarros. De hecho, uno de los orígenes latinos que se atribuye a esta palabra es precisamente fanum (templo). Cierto que la patria o el fútbol suelen generar también fanáticos peligrosos, pero sólo cuando se viven ambos como algo pretendidamente superior, esto es, como una religión. Y por existir, puede que alguien conozca a un fanático de la música o del cordero al chilindrón, pero estos tienen ya un carácter inofensivo y no pasan de tener una afición inmoderada a Mozart o Arzak.

Vaya por delante que no soy parroquiano -salvo de una taberna antiguotarra donde expenden un aceptable Rueda- ni ateo furibundo. Me muevo en la normalidad, es decir, en una agnosticismo moderado.

Si traigo a esta líneas la relación entre fanatismo y religión, es por una cuestión menor. Verán, no conozco a un fanático que sonría. Y no hace mucho, con ocasión de unas caricaturas, hemos podido comprobar el efecto del humor en colectivos fanatizados.

Quizás en la religión no esté el germen de ningún mal, pero desde luego es el caldo donde beben algunos de ellos. La seriedad excesiva, la severidad, por no decir la intolerancia... Por eso no me gusta que una cosa tan baladí como correr se sacralice. Porque comenzamos a hablar de sacrificio, de muro, de heroicidad, de superación... y acabamos expulsando al que se fume un pitillo.

Si perdemos la posibilidad de reirnos de nosotros mismos -y mira que somos risibles corriendo a estas edades-, estamos haciéndonos un flaco favor. Las crónicas de Joseba Erauskin tienen esa virtud, la de proponer una mirada humorística sobre nuestra actividad atlética, poniéndonos ante un espejo que acaba por provocarnos la sonrisa.

Hombre, sin pasarse. Cuando el periodista Ussía se presentó a la presidencia del Real Madrid, expresó su gusto por reirse de sí mismo autobautizándose como "El orejas". Pero eso que le hacía gracia cuando él así se llamaba, la perdió cuando escuchó a un viandante dirigirse a él con ese mote a voz en grito. Eso fue la primera vez. Al segundo, le respondió llamándole "hijo puta". Y al tercero... le tuvieron que sujetar.

La literatura y el atletismo

11 Diciembre 2006
Por mucho que el marathon provenga de la célebre batalla, y los propios griegos organizaran sus olimpiadas hace más de dos mil años, el atletismo, por no decir que casi todo el deporte, es un invento moderno. Hasta recién -que diría un argentino-, se corría por necesidad.

Que apenas exista literatura sobre el atletismo es una consecuencia lógica. Tenemos "La soledad del corredor de fondo", de Allan Sillitoe, que sería el best seller del género. También se puede encontrar en los catálogos "La chica de oro", de Peter Lear, una mediocre novela sobre las peripecias de una velocista, y "La carrera de Flanagan", de Tom Mcnab, un insólito relato sobre una carrera de costa a costa en U.S.A.. Y hace unos veinte años, Alejandro Gándara -un excelente mediofondista- publicaba "La media distancia", una novela moderna donde el atletismo protagoniza una parte del relato.

En parecida situación de orfandad literaria se encuentra el ciclismo. Que yo conozca, existe una novela que publicó Javier García Sánchez en homenaje a Perico Delgado y que la tituló "L'Alpe d'Huez". Un relato con más voluntad que acierto, en cuya etapa reina el sprint final deja desfondado... al lector. Y poco más hay para llevarse a la boca.

Podíamos afirmar, pues, que la gran novela sobre el atletismo está por escribir. Queda lanzada la idea. Además, no habría que rebuscar material: la fauna que tenemos en este club, daría para escribir no un libro, sino una enciclopedia. El problema sería el género. ¿Tragedia, comedia, thriller...? Cualquiera podría ser, género erótico excluido. Una cosa es ver a Daniel Daniel Craig emergiendo del agua, y otra muy distinta ver a los chicos del Donostiarrak saliendo ateridos del baño en Ondarreta, con el pecho hundido y el vientre prominente.