Vuelve Gema de un viaje por el otro lado del
Atlántico y me obsequia con un ejemplar, precioso, de la “Constitución de los
Estados Unidos de América”.
Lo leo con agrado y con sorpresa. Ya sé que lo que voy a decir ahora no pasa de
ser una anécdota intrascendente, pero yo, que me reconozco como un cartesiano
primario y rural, no puedo evitar comparar algunos datos. La población española
es de 47 millones de personas; la de U.S.A., de 313 millones. La Constitución española
consta de 169 artículos y nueve disposiciones transitorias; la americana, de 7 –repito, ¡siete!- artículos y 27 enmiendas.
Insisto en que no se trata más que de una anécdota de
la que no cabría extraer mayores conclusiones, pero tengo la tentación de
confirmar lo que me decía un castizo: “Es que por aquí semos muy complicaos”. Pues sí.
Algunos especialistas dicen que la Constitución española es tan larga porque en el momento político en el que se redactó había que contentar a muchos, había que conseguir que todos los sectores de la sociedad se vieran representados. De ahí lo prolífico de su redacción.
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