Se lamenta Rajoy
de las medidas que toma su gobierno y que, según él, a nadie le gusta tomar. Coincide
con Zapatero, quien tampoco disfrutaba con los recortes. A ambos lo que les pone es repartir dádivas y no disgustos. Ya. El padre que contra su deseo
propina una colleja a su vástago.
Son los restos del naufragio de ese buenismo
que tanto ha impregnado la política española. A falta de ideas, a falta de
proyecto político, buen corazón. Ese necio infantilismo, ese querer gobernar a
besos. ¿Qué es gobernar, Rubalcaba, me preguntas mientras clavas en mi pupila
tu pupila azul? Ha tenido que ser la obcecada realidad la encargada de
recordarles aquel eslogan de la campaña de Clinton: ¡Es la economía, estúpidos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario