Ya lo profetizó Marx:
el capitalismo genera su propio sepulturero. Y es lo que le ha ocurrido al
gigante Kodak, no por las contradicciones que vaticinaba Don Carlos sino por la
tecnología. Fíjense en la
paradoja: fue Kodak la primera en desarrollar la fotografía digital, una
innovación que acabaría llevándose por delante a la propia empresa.
La caída del gigante. Ese interesante artículo que ha publicado Vocento en sus periódicos este fin de semana. La crónica de una
muerte anunciada que, modificando cuatro datos y tres fechas, servirá dentro un
tiempo para explicar las causas de que la industria editorial acabase también
en concurso de acreedores.
En la prensa
escrita el declive es manifiesto. Una muestra más del desigual combate entre lo
analógico y lo digital. No hay más que observar las continuas curas de
adelgazamiento a que se están sometiendo los principales rotativos españoles.
Pero la crisis no solo se debe al descenso de lectores o a la reducción de la
inversión publicitaria, existe también una crisis que afecta a la propia
función del periódico y a la del periodista. Internet lo mueve todo.
Lo más
llamativo es la incapacidad de salir de esa agonía. Estamos mal y sabemos que
vamos a estar peor... ¡pero no sabemos qué hacer! A todo lo más que llegamos es
a la certeza de que el futuro será de las ediciones digitales. Pero a partir de
aquí solo se ven agujeros negros: por uno desaguó la industria fotográfica, por
otro la musical… y ahora estamos calculando cuál será en el que desaparezca
buena parte de la industria editorial.
Y no es nada
fácil, créanme. Porque si hablamos de libros, ¿qué puede hacer un librero para
competir con el e-book? ¿Cuántos románticos preferirán pagar veinte o treinta
euros por un libro en papel cuando el ejemplar digital no debería pasar de ocho
o diez? Pues cada vez menos, no lo duden.
Es una situación
que cada vez se asemeja más a la del ser humano. Todos sabemos que vamos a
morir –aunque a menudo vivamos como si fuésemos inmortales-, pero lo más que
podemos hacer es atrasar un poco su llegada.
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