Comentaba en un lejano artículo
esto de las autobiografías, o de los libros de memorias, como prefieran. Y venía
a decir que, salvo excepciones, suelen consistir en un ajuste de cuentas sobre
el pasado, aderezados con un bondadoso autolifting. Por mucho que se esforzara
Adolfo Dominguez, la arruga no es bella. Ni en la ropa, ni en el rostro, mucho menos en el pasado.
Pero de estos comentarios inexactos,
subjetivos y malévolos, me ha sacado la lectura de un texto de Mikel Iriondo.
Este profesor de Filosofía de la
UPV tiene elaborado un trabajo titulado
“Copias del arte y arte de la copia”, cuya lectura constituye un auténtico
disfrute. Entresaco de él dos párrafos que explican la dificultad de ser
objetivo en los recuerdos.
“Las memorias y autobiografías
poseen un componente ficcional indiscutible. Es probable que muchas personas
crean que escribir sobre nuestro pasado supone intentar ofrecer una especie de
copia de lo realmente vivido. Los hechos acontecieron y sólo hace falta
traerlos de nuevo a la memoria. Sin embargo, como ya escribió David Lowenthal
dando título a uno de sus libros, El
pasado es un país extraño.
Rememorar significa seleccionar y además, y
afortunadamente, no podemos recordar todo. El transcurso del tiempo nos cambia,
las circunstancias y experiencias nos moldean y como no podemos recordar más
que desde el presente, si el tiempo nos ha transformado ello implica que
percibamos los hechos pretéritos bajo una diferente perspectiva. Las nuevas
experiencias alteran nuestra identidad pasada. Recordar significa establecer
una cadena narrativa desde aquello que fuimos hasta lo que somos a día de hoy y
este relato no puede estar exento de una deseada reconstrucción que usa de la
ficción para dar explicación de lo que somos. Sin embargo, como ha señalado
Philippe Lejeune (1975, 2005) haciendo referencia a las obras autobiográficas,
es necesario confiar en un pacto autobiográfico entre el lector y el escritor,
un compromiso que suponga confianza por parte del lector: el convencimiento de
que no se le está mintiendo.”
Según cuando, un rostro sin arrugas sería un horror...y un pasado sin alguna de ellas también.Como bien apuntas, es dificil una biografía,al estar escrita pasado un tiempo.
ResponderEliminarOtra cosa sería la arruga en un diario.
Maitasunez,Isabel.