Tengo grabada en la retina las
imágenes de los encuentros de Mas con Rajoy y el Rey. La impostada soberbia, la
estudiada frialdad del President de la Generalitat en ese afán de aparentar un encuentro
entre iguales. Y luego, su desprecio a la ley, su chulería: “Si el Gobierno lo autoriza, convocaré un
referéndum; si no lo autoriza, también”.
No me fío de las personas,
generalmente hombres, que se envuelven en banderas. Sea en la ikurriña, en la
senyera o en la española, tanto da. Suele tratarse de hombres que aspiran a
ser prohombres. Personas a las que les parece que la tarea de gobernar y
administrar se les queda pequeña, que han nacido para algo más, para ser los profetas
que conduzcan a los ciudadanos a la tierra prometida.
Aquí ya tuvimos nuestra ración
con Ibarretxe. Por eso no dejo de mover la cabeza desolado. Otra vez ese
inmenso aburrimiento, otra vez la feria de las vanidades… o de las identidades,
que viene a ser lo mismo. ¡Qué otoño nos espera!
Decía Isaiah
Berlin que el nacionalismo es "una inflamación patológica
de una conciencia nacional herida". Voy por ibuprofeno.
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