martes, 6 de noviembre de 2012

Con los niños de nuevo


Mi buen amigo Joseba Erauskin me pone unas amables líneas en el post “El Trueba y los niños” saliendo en defensa de estos. No le falta razón: los niños no hacen más que emular y hacer lo que sus padres y la sociedad les enseñan. Sus actos son, por tanto, consecuencia de lo aprendido y de lo permitido.

En general, la actitud de la sociedad y de los padres -y la mía, claro- ha sido muy deficiente. Si en el franquismo los niños –como los adultos- no tenían derechos, en la democracia lo que dejaron de tener fueron obligaciones. Del autoritarismo se pasó al coleguismo con mucha prisa y con poca cabeza.

Se suprimió la tarima de los profesores en pro de la igualdad y de la cercanía con los alumnos, se penalizó la colleja considerándola maltrato, y muchos abandonaron su condición paterna para convertirse en amigos de sus hijos. Conozco casos, incluso, que hasta dimitieron del título de padres, obligando a sus hijos a llamarles Paco o Daniel, según cuál fuese su nombre de pila.

El Juez de Menores Calatayud explica estas cosas muy bien: “Si un padre opta por ser el amigo de su hijo, ¿quién va hacer de padre?”. El caso es que la sociedad quiso desprenderse del autoritarismo, pero por el desagüe se le fue también la autoridad (Auctoritas: Legitimación socialmente reconocida que procede de un saber).

Hoy podemos ver en la televisión realitys –Hermano Mayor, Supernanny…- donde nos muestran hasta dónde ha subido la marea. Familias atemorizadas por niños y no tan niños incapaces de sobreponerse a la mínima frustración. El propio juez Calatayud alerta del incremento de maltrato familiar… de los hijos hacia los padres.

¿Soluciones? Recobrar la autoridad, sí, y sobre todo recuperar el sentido común.

Porque hemos pasado de la decepción al enteramos de que los Reyes eran los padres, a la depresión al haber conseguido que los reyes sean los hijos.


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