jueves, 7 de febrero de 2013

Malos tiempos para las previsiones


Que el País Vasco tiene abundantes singularidades ya lo hemos comentado en alguna otra ocasión. En el terreno político no deja de ser curioso que en Gipuzkoa, y más concretamente en la comarca del Alto Deba, es donde se haya dado una mayor pujanza del trotskismo, con una significativa presencia en el movimiento obrero.

Tiene su razón de ser. Una rama de ETA abandonó la lucha armada y en 1973 evolucionó hacia el trotskismo formando ETA VI-LCR (Liga Comunista Revolucionaria), que más tarde pasaría a denominarse simplemente LKI (Liga Komunista Iraultzailea).

León Trotsky
León Trotsky fue un revolucionario ucraniano que participó activamente en la Revolución rusa de Octubre de 1917 y que posteriormente organizó y estuvo al frente del Ejército Rojo. Más tarde se enfrentó a Stalin criticando el centralismo y defendiendo la revolución permanente, lo que le sirvió para ser defenestrado primero y expulsado de la URSS después. Se exilió en México, donde fue asesinado a instancias de Stalin por el catalán Ramón Mercader.

Uno de los máximos teóricos del trotskismo ha sido Ernest Mandel. Cierta vez le preguntaron a ver en su opinión cuándo se produciría una revolución en los Estados Unidos de América. Si no estoy equivocado, el brillante economista belga respondió: “Cuando el desempleo llegue al 8%”.

Pero él mismo pudo comprobar su error. Mandel falleció en Bruselas en 1995, pero 20 años antes el desempleo americano alcanzó la cifra del 9%, y en 1983, bajo el mandato de Ronald Reagan, subió hasta el 11%. No hará falta subrayar que no ocurrió nada que se pareciese a una revolución.

Y es que a la hora de hacer previsiones nunca se suele tener en cuenta la capacidad metabolizadora que tienen los Estados. Lo podemos comprobar ahora aquí mismo, donde convivimos con una tasa del desempleo superior al 25% y con una corrupción generalizada entre los principales partidos políticos. Pero también lo hemos vivido en los años de más actividad etarra, cuando asesinaba a una media de una persona cada cuatro días, y la sociedad mantenía su inercia vital.

Ahora incluso, sabiendo el desastre que ha supuesto la experiencia del socialismo real en los países del Este, carecemos de modelo alternativo. Como mucho, el resultado de nuestra indignación puede suponer que Bruselas nos acabe imponiendo un tecnócrata como Presidente de Gobierno, como le ha ocurrido a Italia con Mario Monti. Aunque pensándolo bien y tal como les ha ido a los italianos quizás tengamos que acabar no aceptándolo, sino exigiéndolo.


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