miércoles, 9 de mayo de 2012

El lejano Kiev (y II)


En Kiev, en una de sus principales vías, la calle Khreshchatyk, todavía mantienen una estatua de Lenin, y dicen que en algunas ciudades, la de Stalin. Y no deja de ser extraño esto último, porque en Kiev hay un Museo, el Holodomor, que recuerda la hambruna a las que les sometió el camarada Iósif en 1932-1933 y que acabó con la vida de más de cinco millones de ucranianos.

Iglesia de St. Michel
Las estaciones del metro son un laberinto de pasillos subterráneos donde se amontonan puestos de venta de todo lo imaginable. Los vagones circulan atestados, quizás por el contenido precio del billete que no llega a los veinte céntimos de euro (2 grivnas). Los restaurantes, bares y tiendas tienen unos precios similares a los de cualquier ciudad española. Según dicen, los precios se van reduciendo a medida que vas abandonando el centro de la ciudad. Tiene que ser así, porque de lo contrario sería inexplicable cómo puede vivir la gente,

El Museo Nacional de Arte de Ucrania merece una visita. Es un edificio clásico, con sus gruesas columnas y dos leones desdentados haciendo guardia en la puerta, similar a los del Congreso de los Diputados de Madrid. De limitada superficie, una parte está dedicada, cómo no, a la religión, con tablas y telas de mucho colorido, en un estilo casi naif. Otras salas muestran retratos y paisajes de los siglos XIX y XX, de autores desconocidos para mí pero de una formidable belleza. Lástima que la visita incluya una gamberrada como es una enorme sala dedicada… al fútbol.

Energía urbana en Kiev
El alfabeto cirílico –de origen griego e inventado por el misionero San Cirilo, de ahí su nombre- es una dificultad añadida para moverse por Kiev, aunque la globalización y las multinacionales van imponiendo sus marca y su lenguaje.

Algunos ciudadanos se ríen de la contaminación provocada por la explosión del reactor nº 4 de la Central Nuclear de Chernobyl en 1986: “Los chicos tienen tres ojos”, bromean. Hacer virtud de la necesidad. En el propio perímetro urbano de Kiev se puede observar el perfil de una central nuclear. Llama la atención, sí, esa tranquilidad reinante tras la desastrosa experiencia que supuso Chernobyl.

Es largo el camino entre Kiev y Madrid, unos 3.500 kms., no más que el que tiene que recorrer Ucrania para incorporarse a los países occidentales. Observar las naciones que han pertenecido al paraíso socialista, la herencia que ha dejado el socialismo real, da que pensar. 


1 comentario:

  1. Esta entrada se podría titular "El lejano Kiev, la lejana democracia".

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