Recojo algunas
frases del comunicado que el antiguo dirigente de ETA, José Luis Álvarez Santa
Cristina 'Txelis', ha hecho público:"...Dios
es testigo de que estoy profunda y sinceramente arrepentido de ello... En la
medida en que siendo en su día miembro de ETA contribuí de un modo u otro a la
perpetuación de dicha violencia, pido públicamente perdón de todo corazón y con
toda la hondura de reflexión autocrítica que he tratado de reflejar en estas
líneas.”
Sorprende alguna
expresión de su comunicado, como: “Pedir
perdón es un gesto que dignifica al infractor o victimario”. Son dos términos
“infractor o victimario” que eluden una calificación más rotunda de alguien que
ha sido dirigente de ETA, como el enfermo elude nombrar el cáncer cuando lo
padece. Y qué decir de su referencia a Setién, de quien es imposible olvidar su
altiva figura paseando indiferente frente a una concentración que pedía la
liberación del secuestrado Aldaya. Seguro que existen ejemplos de acercamiento
a las víctimas mucho más oportunos que el del exobispo donostiarra. Al final de
este post podrá encontrar un par de nombres.
Pero más allá de
estas objeciones, las palabras de “Txelis” expresan unos sentimientos
inequívocos de arrepentimiento y de perdón a los que no estamos acostumbrados.
Y reflejan, por oposición, la racanería moral de tantos otros que todavía se
ponen de perfil cuando se les recuerda sus atrocidades o su complicidad con ellas.
No es fácil pedir
perdón, como el mismo "Txelis" afirma en el comunicado: "Pedir perdón es un acto de humildad
y no pocas veces de valentía". Tiene razón. Tampoco lo es el
arrepentimiento, porque supone reconocer una equivocación propia, y ya sabemos
que el equivocado casi siempre es el vecino de enfrente.
¿Que son sentimientos originados por su reconocida conversión
religiosa, como algunos subrayan para tratar de desvirtuar su civil sinceridad?
Tanto da. Es más, no le hubiera venido mal a la Iglesia de nuestro entorno
una similar actitud de comprensión y de compasión con las víctimas del
terrorismo, tantas veces transparentes para las sotanas vascas. Eso sí, con valientes
y notables excepciones, como las de Alfredo Tamayo Ayestarán o Rafael Aguirre.
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