Aconseja
Maquiavelo a los Príncipes que procuren ser temidos y amados al mismo tiempo. Pero
habida cuenta de la dificultad de tal empeño, termina afirmando que es
preferible ser temido a ser amado. Eran otros tiempos, claro, y la posibilidad
de ser destronado no residía precisamente en el recuento del voto libre, directo y secreto de todos los ciudadanos.
El nombre de
Maquiavelo ha pasado a ser un adjetivo que a casi nadie nos gustaría ver
asociado a nuestro nombre o a nuestro actos, no en vano se utiliza para
subrayar las acciones más taimadas. Véase si no lo que dice el Diccionario de la RAE del término maquiavélico:
“adj. Que actúa con astucia y doblez” Lo
cierto es que la obra que escribió no es un tratado de pillería, incluso lo
deberíamos considerar como un libro de autoayuda para quienes detentan el poder y quieren seguir haciéndolo.
¿Ser temido o ser
amado? Yo he tenido jefes que han funcionado con una u otra opción. Y ninguna
de las dos me ha gustado. La mejor, ser respetado. Pero eso no solo para ser
príncipe o para ser jefe. Vale para todo, también para el más humilde de los
humanos. Pero ser respetado requiere a veces una actitud previa: hacerse
respetar. Y no siempre es fácil, no.
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