Cesión de soberanía

Quiero subrayar el apoyo que prestó ayer Rubalcaba al Presidente Rajoy para la cumbre europea. Lo puede merecer el país dada la situación acuciante que vivimos, aunque no se lo merece Rajoy, que se pasó la anterior legislatura dando la espalda a todas las iniciativas del Gobierno de Zapatero. Cierto que muchas eran peregrinas, pero otras se acercaban a los propios postulados del PP. Por eso, que Rubalcaba actúe más en clave de país que en clave de partido es de agradecer.

Parlamento europeo

Pero lo más llamativo de la actualidad es la aceptación urbi et orbi de nuestra absoluta pérdida de soberanía en la cuestión fundamental de un país, como es su economía. Y esto no lo digo yo, lo afirma el propio Almunia cuando señala que “las recomendaciones de la UE son de obligado cumplimiento”. Es decir, quien decide es Bruselas. Y nadie se rasga las vestiduras.

¿Rasgarse? No seré yo, desde luego. Al revés, me alegro extraordinariamente de que mande Europa. Es lo que tiene ser un descreído sobre las ventajas de las administraciones de cercanías. Prefiero estar administrado por un político competente -sea alemán, francés o austríaco- que por un incompetente –sea de Guadalajara o tenga los ochos apellidos vascos-.

Y luego está la absoluta falta de eficiencia. Hay ciudadanos que son concejales, otros junteros provinciales, otros más parlamentarios vascos, algunos senadores y otros diputados a Cortes. Más los del gobierno municipal, gobierno foral, gobierno autónomo y gobierno central; más todas las delegaciones, más todas las empresas públicas… Y toda esta nómina, ¿a dónde nos ha llevado? Pues al fondo del pozo, claro. A mendigar ayuda a Europa. Lo dicho, si ya hemos demostrado sobradamente nuestra incapacidad para administrarnos con prudencia, no seré yo quien se oponga a que lo haga Europa por nosotros.

Incluso, pese a mi absoluta lejanía del nacionalismo –tanto me da que sea vasco o español- estoy pensando seriamente en autoproclamarme nacionalista europeo. Le voy a dar una vuelta.