viernes, 15 de junio de 2012

Las (malas y buenas) memorias


Esa costumbre de algunos políticos de escribir sus memorias. Y digo memorias cuando debería decir desmemorias en muchos de los casos. Lo habitual es que no pasen de un ajuste de cuentas con el pasado, más una sanción a lo hecho… por los demás. Excesivo autobombo y escasa autocrítica.

La palma, en lo peor, se la lleva Alfonso Guerra con su libro “Dejando atrás los vientos”, todo un ejercicio de autocomplacencia. Incluso con algún detalle innoble, tan noble él, como el que le dedica a su íntimo enemigo Carlos Solchaga: “…tan contento, que al salir del despacho del Presidente, en la antesala, no atinó a encontrar la puerta y se metió en un armario” (sic). ¡Cuerpo a tierra que vienen los nuestros!

Han sido mucho más convincentes las memorias de José Ramón Recalde “Fe de vida” y los dos tomos de Mario Onaindía “El aventurero cuerdo” y “El precio de la libertad”. No negaré el profundo respeto que le tengo al primero y el aprecio enorme al segundo, con quien coincidí hace tantos años en el Biltzar Ttipia de Euskadiko Ezkerra.

También citaré “Adiós Cataluña” de Albert Boadella, que no es un político profesional pero sí un animal político. Al fundador de Els Joglars le debemos el mejor teatro que se ha representado en España en la última época, y sus ganas de vivir y su humor son inevitablemente contagiosas. No hará falta decir lo que le gusta provocar a Boadella. Yo he disfrutado muchísimo con él, también con su libro.
Sir Winston Churchill

Y me queda lo más importante, las Memorias de Sir Winston Churchill. El que le fuera concedido el Premio Nobel de Literatura no fue casual. Su obra es un tratado de historia imprescindible para comprender la 2ª Guerra Mundial. Churchill denunció la falta de firmeza de su propio Gobierno, la política de apaciguamiento, ante el rearme que estaba propiciando Hitler en Alemania.

Ha pasado a la historia su respuesta al Premier británico Chamberlain cuando en 1938 este volvió a Londres tras haber firmado el Pacto de Munich con Francia, Italia y Alemania. En virtud de este acuerdo, se le permitió a Alemania anexionarse la región de los Sudetes que pertenecía a Checoslovaquia. Nada más aterrizar Neville Chamberlain, manifestó: “Traigo la paz con honor, la paz de nuestro tiempo”. Churchill respondió: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra. Habéis elegido el deshonor y, además, tendréis la guerra”. Al año siguiente, tras la invasión de Hitler a Polonia, comenzaba la 2ª Guerra Mundial. 



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