martes, 5 de junio de 2012

El nuevo despotismo


Ahora que muchos municipios quieren cobrar el IBI a la Iglesia, se ha recordado el viejo dicho: “Los españoles siempre han ido detrás de los curas: a veces, con el cirio, a veces con el garrote”. Es una frase perfecta para interpretar el movimiento pendular de una sociedad como la nuestra, esa especie de taoismo rural que se columpia en el ying con el mismo entusiasmo que en el yang.

Miren si no, lo que ocurre con la educación. Hemos pasado del autoritarismo del padre al despotismo… del hijo. De que este no tenga ningún derecho a que no tenga ninguna obligación. Ojalá se tratara al menos de un despotismo ilustrado, pero es que atendiendo al Informe PISA se trataría encima de un despotismo iletrado.

Según el Juez de Menores Emilio Calatayud –en Youtube podrán encontrar fragmentos de sus charlas que son auténticas joyas- una parte creciente de los casos en los Juzgados de Menores se debe a agresiones de los hijos a los padres. A este estado de cosas hemos contribuido todos –y a qué negarlo, yo como el que más- con admirable torpeza. Hemos querido borrar todo vestigio de la sociedad autoritaria de la que procedemos, pero hemos acabado arrinconando cualquier signo de autoridad.

Conozco profesores que –¡ay, por favorecer la igualdad!- fueron firmes partidarios de suprimir la tarima que les elevaba de los alumnos, pero que hoy pagarían gustosos de su bolsillo el coste de instalar un foso con caimanes que les mantuvieran aislados de los angelitos.

El filósofo José Antonio Marina afirma que para educar a un niño hace falta la tribu entera. Un imposible, porque la tribu hace tiempo que dimitió de tal obligación. Dimitió primero el padre, para convertirse en el amigo y en el defensor de su hijo; dimitió luego el profesor, por no verse respaldado por el padre; y finalmente dimitió la tribu, porque llamar la atención a un gamberro era buscarse una bronca con su padre.

Nuestros representantes políticos tampoco es que lo hayan hecho mejor. Siguen legislando en materia de menores más por lo que pide la peña que por la razón. Y de su absoluta falta de criterio puede dar fe el hecho de que una menor no pueda comprar una cajetilla de tabaco… pero pueda abortar por su propia voluntad.

Se le atribuye a Platón la siguiente frase: “Dos excesos deben evitarse en la educación de la juventud; demasiada severidad, y demasiada dulzura". Como si nos conociera.


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