Ahí van un par de
obviedades sobre esta movida: la primera, que la juventud tiene todo el derecho y
suficientes motivos para protestar. La segunda, que tal derecho no es extensivo
a poder apropiarse a su voluntad de un sitio público. ¿Podemos usted o yo
acampar cuando se nos antoje en los jardines frente al Ayuntamiento? ¿Por qué
ellos sí? ¿No somos todos iguales ante la ley?
Varias cosas más me llaman la atención,
comenzando por ese desprecio hacia la ley. “La calle es nuestra”, gritan
algunos. Tienen razón, es de ellos… y de los demás. A esa manera de confundir
su opinión con su derecho ha contribuido no poco la prensa, especialmente la
socialdemócrata, que se ha mostrado fascinada por este movimiento. ¡Es el 15-M!
¡Oh, cielos!
Tampoco deja de sorprenderme la deriva
social que se observa en ese afán de buscar culpables para todo, excepto uno
mismo. Todos somos víctimas de otros. Cierto que ha habido políticos irresponsables, pero a Zapatero y Rajoy, y a todos los demás, los hemos elegido libremente los ciudadanos. Cierto también que ha habido banqueros que han actuado con exceso de codicia, pero las hipotecas que nos ofrecían las firmábamos los ciudadanos libremente, sin que nos pusieran una pistola en la nuca. Digo yo que si todos ellos son responsables, y en buenísima parte lo son, algo nos tocará también a nosotros, siquiera como colaboradores necesarios. Pero no, la capacidad de asumir responsabilidades propias ha desaparecido,
y nunca como ahora ha tenido sentido la sentencia de Sartre: “El infierno son
los demás”.
Ojalá que el 15-M contribuya a mejorar
nuestra democracia. Para conseguirlo sería de agradecer que de la colección de
frases ingeniosas que exhiben, se extrajeran tres o cuatro ideas -por ejemplo, la relativa a los desahucios, donde impera la deshumanización más absoluta-, para proponer
a los partidos políticos su aprobación parlamentaria única manera de que
puedan hacerse realidad en un sistema democrático. Porque de seguir así, como
hemos visto en este aniversario, el movimiento no pasará de folklórico.
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