Los partidos comunistas occidentales tuvieron una dificultad extraordinaria para convertirse en partidos de gobierno: su
carencia de modelo. Antes, durante la política de bloques, ningún PC proponía
como modelo la Unión
Soviética , quita, quita. Ni China –no sé si no la mirarían
ahora con buenos ojos-, ni tampoco Cuba, ni mucho menos el ejemplo de Pol Pot,
claro. No había modelo del que echar mano. Se hablaba de eurocomunismo, se
criticaba el socialismo real sin levantar mucho la voz, pero no había nada
homologable que mostrar.
Sin embargo los partidos socialistas lo tenían
mucho más fácil: Suecia, Alemania… Ese es nuestro modelo, decían, el estado del
bienestar. Y a fé que eran modelos atractivos. Hasta que la derecha se apropió
de una parte del invento.
Pasa lo mismo con el crecimiento económico.
Ya hemos visto a dónde nos lleva el modelo productivo del ladrillo y tenemos
que proponer uno nuevo. Hasta ahora, el paradigma era Finlandia. En diez años
pasó de la madera al Nokia. Formación, mucha formación, era la clave.
Pero ahora afloran los nervios en Nokia al
comprobar su falta de pegada en los smartphones. Tiene una amplísima oferta, con
docenas de móviles y teléfonos inteligentes, pero comienza a mostrar signos de
decaimiento. Y frente a ese extenso catálogo se alza Apple con un único
modelo, el iphone, cuyo crecimiento es espectacular. Es decir, lo contrario de
lo que decían los manuales sobre la conveniencia de diversificar. Y se ven
enseguida las ventajas. Un único producto te permite concentrar toda tu
capacidad organizativa, tecnológica y empresarial en él, multiplicando su
efectividad y reduciendo los costes.
La fecha de caducidad de nuestros modelos… y
de nuestras certezas. Así es la vida, no pasa un día sin que sepamos un poco más
de economía y un poco menos de todo lo demás.
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