Es conocido el
comentario de Woody Allen: “Si existiera la reencarnación, me gustaría hacerlo
en las yemas de los dedos de Warren Beatty.” Es precisamente este actor uno de
los protagonistas de la película basada en la obra de Tennesse Williams, “La
primavera romana de la señora Stone”.
Más allá de esta
anécdota, quería recordar esta novela de Williams donde relata la decadencia de
una madura actriz norteamericana en Roma, que vive la amargura de comprobar cuán
efímeras pueden ser la celebridad y la belleza. El inevitable cese del poder de
la atracción y la necesidad de recuperarlo, aunque sea por medio de billetes de
curso legal. Vamos, lo que hace cualquier hombre sin que merezca no una novela,
ni siquiera un par de líneas.
No tendrá nada
que ver –y ya adelanto mi absoluta falta de autoridad sobre la materia-, pero
su lectura me trae a la memoria otras tres grandes novelas protagonizadas por
mujeres: “Ana Karenina”, de Tolstoi; “Madame Bovary”, de Flaubert y “24 horas
en la vida de una mujer”, de Stefan Zweig. Algo en común: cuando la mujer toma
derroteros distintos a los que les tiene asignados la costumbre burguesa. Y una
vez más, la desproporción. Lo que en los hombres casi es virtud, en las mujeres
pecado.
Esa lenta -¡qué
digo lenta, lentísima!- digestión de la igualdad, de la que es testigo la increíble persistencia de las agresiones machistas.
Propongo una reflexión: ¿Por qué tanto miedo a las mujeres libres?
ResponderEliminarEl hombre que teme a las mujeres libres lo primero que tiene que hacer es reflexionar sobre sus inseguridades y miedos propios.
EliminarEl hombre seguro y sin complejos no teme a las mujeres libres. La necesita así.
Estoy totalmente de acuerdo con Xubi. Tiene toda la razón.
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