Según los liberales, todos somos iguales…
pero unos más iguales que otros. Gipuzkoa no es una excepción: unos vivimos en la superficie, otros en el sótano. En la superficie se puede
observar al común de la gente, con sus afanes, con sus problemas. En el sótano,
la marginación: inmigrantes, exreclusos, drogadictos, alcohólicos… Este es el principal
censo del que se nutre Martutene. La cárcel, digo.
Cuando ingresan en prisión, el sistema
carcelario se encarga de organizarles la vida –es un decir- en el interior. Les
indican las normas y los horarios para comer, para dormir, para salir al patio…
El problema es que cuando cumplen la pena y salen de prisión solo encuentran el
vacío, lo que les lleva a una realidad peor que la que tenían cuando ingresaron.
Y para sentir el vacío hay que dejar de leer estas líneas, hay que apartar la
vista y ponerse diez segundos en esa situación. La reintegración social es una
tarea ardua, por no decir imposible. Ahora, además, van marcados con el estigma
de la cárcel. Con la crisis que tenemos, ¿quién encuentra trabajo en esas
condiciones? No es extraño, pues, que esas personas vuelvan a las andadas… y
vuelvan a la cárcel.
Excursión al nacimiento del Urederra |
Esto yo lo sé porque se lo he oído a José
Mari Larrañaga. José Mari es un hombre que vivió esas experiencias en carne
propia y que se propuso dedicar su esfuerzo a corregir o a aliviar esa
situación. Con otras personas creó Arrats, una Asociación que atiende y apoya a
las personas reclusas, a las emigrantes, a las que están en riesgo de exclusión
social y a todas aquellas que no tienen capacidad para integrarse en la
sociedad. Y es una ayuda continua, variada y extensa: asesoramiento jurídico,
ayuda socio-laboral, búsqueda de vivienda, acompañamiento a quienes sufren la
soledad… Algún domingo de vez en cuando, juntan a todos y se van de excursión por
cualquier paraje a confraternizar. Y así se forma un heterogéneo grupo con
procedencia rumana, ucraniana, marroquí, de Ghana, de Sierra Leona, de Honduras...
y también gente autóctona, que la hay, claro. Pasan el día en compañía,
charlan, se distraen y se sienten algo más arropados, que el invierno es muy frío.
A José Mari le acompañan en estas tareas
otros componentes de la Asociación: Amaia, Haizea, Irati, Miguel, Marijo,
Eneritz, Alaitz, Sandra y Nekane. Y Maite, su infatigable compañera. Un equipo
de personas cuyo entusiasmo es solo comparable al tamaño de su corazón o a la escasez de
medios en que se desenvuelven. No se les ve, no se habla de ellos, pero
realizan un trabajo impagable.