Te pasa que haces un hijo y te has fabricado
un adosado de por vida. Que, además, funcionará como un extractor de todos tus
sentimientos, desde los más sublimes hasta los más malévolos. Te enternecerá
cuando siendo un bebé te sonría, te hará sentirte protector cuando te abrace al
salir del colegio, y te obligará a pensar qué has hecho mal para que la vida te
castigue con todas las fechorías que comete tu hijo desde que se asoma a la
adolescencia. Con razón dicen que Dios nos da nietos como premio por haber soportado
a nuestros hijos. Pero tenemos mérito: los queremos pese a todo.
Con Asier en Bianditz |
Yo no soy una excepción en esos estadios de
ternura, protección… y mi hijo Asier tampoco lo es en todo lo demás. Tenemos la
peculiaridad de haber desarrollado una relación cercana y de confianza y,
además, compartimos la práctica del deporte, lo que siempre es un factor de
complicidad y satisfacción. Los dos hacemos footing y ciclismo, donde Asier,
que así se llama mi hijo, anda que se sale. Pocas cosas hay que nos produzcan a
ambos mayor disfrute que salir juntos con la bici.
Hemos pedaleado muchísimos kilómetros, hemos
hecho la clásica Zarautz-Gernika-Zarautz, la de Billabona, el Tourmalet, los
Lagos de Covadonga…, hemos recorrido en bici Salamanca y Cáceres, Navarra y
Huesca. Y hemos hecho innumerables salidas por las cercanías de Donostia.
Y también hemos corrido juntos. El año
pasado ambos formamos parte de uno de los equipos con los que participó la
Kutxa en la Carrera de Empresas. Junto con Iñaki Zubimendi y José Luis
Zubiaurre nos clasificamos en el puesto 24 entre más de 200 equipos. La pena es
que este año Asier no va a participar y tenemos que buscarle sustituto.
Zubi, Asier, el que suscribe y Fisher |
En la actualidad, salimos a correr o a andar
en bici de vez en cuando. Siempre con BTT. No hace mucho subimos Bianditz por
la carretera. Como no se notan los kilos sino los años, Asier llegó arriba en
49 minutos y yo 3 minutos después. Para que la diferencia no sea escandalosa
tengo que recurrir a todas las trampas propias de los veteranos. Un día que
quería subir Santiagomendi rápido, le llevé sin calentar, lo que no le impidió
llegar arriba en 15 minutos pelados, mientras yo paraba el crono en un digno
registro de 15’30”. Pero al menos salvé los muebles.
Vaya pareja mas peligrosa, el Barace Haundi y el txiki.
ResponderEliminar¿Que no eres competititvo? Pues igual no, pero un poco cabroncete si.
ResponderEliminar