El Victoria Eugenia donostiarra, abarrotado. Una obra, “Llama un
Inspector”, de J.B. Priestley, escrita en 1946 nada menos. Unas
interpretaciones soberbias de José María Pou, de Amparo Pamplona –repitiendo la
pieza 30 años después!- de Canut… Yo metía
ahí a todos los actores jóvenes y televisivos que tanto gritan y dicen tan
poco. Que aprendieran dicción, interpretación, el digno oficio de estos
maestros. El personal disfrutó con la obra, la denuncia de la deshumanización
de una burguesía solo atenta a sus intereses.
Para el teatro, para el bueno, no pasan los años. Es su gloria…
y su gran inconveniente. Para el cine,
sin embargo, han pasado los años, ¡ya lo creo! Un combate desigual: el esfuerzo
que exige el teatro para superar lo que algunos llaman “déficit de realidad”
frente a la desbordante capacidad del cine para hacer verosímil cualquier
historia.
Esto comentábamos a la salida con Amaia Etxebeste e Iñaki
Zubimendi.
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