miércoles, 14 de marzo de 2012

¿Bondad? Quita, quita...


Veo ancianos venerables y bondadosos. Hombres y mujeres que han utilizado los años para limarse lo peor de sí mismos y para ofrecer una imagen placentera y cordial. Tienen mérito, sí, porque lejos de ser un paseo hacia el karma envejecer es una humillación, en palabras de Borges. Veo a Arturo González, un periodista irascible a quien le escuché la cita anterior, recuerdo a Fernando Fernán Gómez hecho un cascarrabias y pienso en lo fácil que es parecerse a ellos. No en su bagaje intelectual, que ojalá, sino en su indisimulada irritación.

Ese recorrido en que uno va dejando de ser uno, ese camino hacia la degradación. Como cuando se entra en un aeropuerto o se ingresa en el hospital -quítese los pantalones, suba a la camilla y póngase mirando a Getafe, tosa…-. ¿Y encima resignación?

Es una cuesta abajo resbaladiza y sin retorno. Sabemos además lo que nos espera al final, pero con qué ímpetu nos aferramos a la barandilla para no caer demasiado rápido. No, no, si todo eso hasta lo entiendo, pero eso de poner buena cara…



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