martes, 6 de marzo de 2012

Correr en la niebla


Es viernes. La ciudad se despereza y en el Gimnasio San Martin la gente se machaca con esa concentración propia de la hora temprana. Unos hacen bici, otros cinta de correr o máquina elíptica, y otros como Antxon Blanco, Jesús Cabezudo o José Luis García Murga se dedican a los pectorales, a los deltoides, a los abdominales y a otros ejercicios del tronco superior. Van de las mancuernas al banco, del banco a las poleas y de aquí a las barras, absortos en esa liturgia del deportista disciplinado.

José Luis y yo nos vamos a correr. No es habitual que la gente que hace musculación sea aficionada a practicar deportes de fondo -cardio, en el argot de iniciados-, pero a este muchacho le va cualquier cosa que suponga un reto. Su determinación es proporcional a su musculatura. Y tiene mérito, porque tiene que mover nada menos que 90 kilos, de los que la grasa apenas representa unos pocos gramos. Antes fue velocista, luego delantero centro del Berio de Carlos Benito y ahora, a sus 32 años, se ha empeñado en correr la Behobia con otro colega del gimnasio, Alex Arriola -desterrado en Australia-. Yo voy gustoso con él, me lo paso bien, me río mucho y creo que conviene cultivar este tipo de amistades, sobre todo si un día tienes que hacer mudanza de casa.

Cuando salimos a la calle, está empezando a clarear y una niebla densa oculta la isla. Tomamos por la Concha y nos cruzamos con algún que otro korrikalari por el Paseo Nuevo. La niebla sigue presente y apenas deja entrever la torre de Atotxa y los Cubos del Kursaal. Al final de la playa de Gros nos encontramos con Iñaki Zuzuarregui (2h.39m. en marathon), giramos y le acompañamos unos metros. A veces nos hemos cruzado con su hermana Macu o con Joserra Basterra, también con Fernando Calvo y José Mari Iturrioz, todos ilustres y veteranos atletas. Le despedimos a Iñaki y enfilamos por la Calzada Vieja de Ategorrieta. Los chavales entran en Jesuitas cargados con sus mochilas y con gesto somnoliento. Subimos hasta el Arzak, donde damos la vuelta y regresamos por la Zurriola y el Boulevard.

José Luis acelera el ritmo y terminamos en el gimnasio en poco menos de una hora. Un poco de agua, estiramientos, ducha... y a la calle. Tenía razón Vargas Llosa en “Historias de Mayta”: Correr es una buena forma de comenzar el día.



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