jueves, 15 de marzo de 2012

El bosu, instrumento de tortura


Hoy en el gimnasio me he estrenado en una clase denominada “fitness total”. A los fondistas recios como yo, estos términos nos suelen parecer un poco sospechosos, a qué negarlo. Siempre pensamos que no hay paliza comparable a meterse veinte kilómetros corriendo. Pues la hay, vaya que sí.

En una sala grande estamos unas quinces personas, mujeres mayoritariamente, con un bosu delante de cada uno y enfrente el monitor. El bosu es una media esfera no del todo hinchada que, después de haberla utilizado no me cabe duda de que fue un instrumento de tortura japonés o chino, tanto da.

El monitor pone música y comienza con unos ejercicios: brazos a la izquierda, brazos a la derecha, rodilla derecha arriba, rodilla izquierda arriba… Pero, ¿esto es deporte o son ejercicios de la señorita Pepis?, me pregunto. Vaya bluff.

El bosu
Empezamos con el bosu. Subo el pie derecho, luego el izquierdo, bajo el pie derecho, bajo el izquierdo. Vamos aumentando el ritmo y me preocupo, porque dudo de que vaya a terminar sin hacerme un esguince. Ahora iniciamos un sprint, paramos, sprint de nuevo, más rápido, y asoman las primeras gotas de sudor. Toca cambio: lo mismo pero comenzando con la otra pierna. Me veo con dificultades para terminar sin venirme al suelo, porque las piernas empiezan a estar como flotantes.

Cogemos unas mancuernas e iniciamos otra serie de ejercicios: pie derecho atrás, mancuernas arriba, pie derecho adelante, mancuernas abajo. Cuando noto el cuadriceps que me va a reventar la malla, el monitor nos ordena quedarnos quietos en esa postura: pie derecho atrás, pie izquierdo flexionado y las mancuernas a la altura de los hombros con los brazos estirados. Mi quietud dura poco, porque me sobreviene un ligero temblor muscular que va creciendo hasta sobresaltar al colega de al lado, que debe pensar que es un seismo.

El monitor nos ve tan acabados que nos manda parar. Eso pienso, infeliz de mí. Pues no, porque inmediatamente repetimos la tortura pero con la otra pierna. ¡Menos mal que no tenemos cuatro!, alcanzo a pensar. Y aquí los temblores incluso amenazan a mis empastes bucales.

Cambio de ejercicio. Mancuernas al suelo, flexiones tumbados, mancuernas arriba, a ritmo creciente. Como tengo mi entorno como la charca de un corral, las manos se me resbalan al flexionar y a punto estoy de dejar la dentadura en el suelo. Luego un minuto, un minuto de flexiones, arrriba, salto, flexiones... Cuando quedan 20 segundos estoy de pie con la mirada extraviada. Luego sprint en el bosu y cambio corriendo al de al lado, así no sé cuantas veces. Menos mal que el monitor me sujeta cuando, ya ciego perdido, corría como un boxeador sonado a estrellarme contra la pared acristalada.

Terminamos con unos estiramientos. Mi estado mental es de shock profundo. Recojo mi toalla y cuando voy a salir, un compañero me advierte que eso es el espejo, que la puerta está en el otro lado.

Lo peor, me dicen, será mañana y pasado. Para sentarme en una silla deberé pedir ayuda porque las agujetas me van a impedir hacerlo solo. Que me depositen con suavidad, que duele. Y sobre todo, que en un par de dias mi dieta sea astringente (?).



2 comentarios:

  1. Sencillamente brutal, Javier!!
    Lo que me he reído recordando la clase...
    Milesker!!

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  2. Yo también me he carcajeado. La próxima vez con vídeo, please!

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