lunes, 23 de julio de 2012

Sucedió en Noruega


Bittor Aldabe me envía este texto y estas imágenes que reproduzco a continuación.

“Sucedió el 22 de julio del año pasado.

El verano, en el sur de Noruega, es agradable, con temperaturas suaves y muchas horas de claridad, algunas con sol. Hay, incluso, quien se baña en sus playas.

En el pico Storronden al atardecer
El norte es más duro. En el Cabo Norte el viento amenazaba con arrastrar a los visitantes que tratábamos de encontrar el encanto del lugar, bajo la ventisca, a cuatro grados de temperatura, en el día más largo del año. En Narvik pudimos, por fin, ver el sol de media noche envueltos en mantas y bufandas. En las islas Lofoten la preciosa playa de arenas blancas era barrida por unas olas enloquecidas y la niebla cerraba el horizonte.

A ellos no les importa. Recuerdo el viejo sentado a la puerta de su cabaña, bajo la lluvia, con la camisa remangada, contemplando el paisaje. Recuerdo el pijo del descapotable rojo visitando los glaciares, con su zamarra de cuero y su gorra a juego. Recuerdo la bajada al fiordo de Geiranger, encerrados en la niebla, siguiendo las curvas de la carretera que marcaba el GPS. Y recuerdo a la gente sobre la yerba de los parques aprovechando el tímido sol. Ellos son diferentes.

El grito, de Munch
Y sucedió en Noruega, en la isla de Utoya, cerca de Oslo, hace un año. Un personaje indefinible disparó contra un campamento de jóvenes acabando con la vida de decenas de ellos, dejando heridos a otros muchos y destrozando familias enteras. Pudo suceder en otro lugar pero sucedió en Noruega.

Noruega es diferente. Tienen petróleo, tienen riqueza, y saben administrarla. Tienen unos índices de confort y bienestar envidiables. Las carreteras las construyen bajo tierra, debajo de la montaña o debajo del mar. Así evitan la nieve y el hielo. Los latinos no tenemos petróleo ni riqueza y cada vez vamos a tener menos, porque no hemos sabido administrar lo que teníamos y seguimos sin aprender. Debemos buscarnos el confort por otras vías, tomando el sol o de charla con los amigos.


Pero Noruega es diferente. Tienen un país inmenso, hermoso y despoblado. Las noticias que nos llegan de allí tienden a ser positivas. Su desgracia no proviene de fenómenos naturales ni de unos administradores incompetentes y/o sinvergüenzas, sino de la complejidad de la mente humana, que es capaz de lo mejor y de lo peor, así, sin despeinarse.


Comprendemos el dolor de quienes han sufrido esa tragedia y lo compartimos. No visitamos la isla de Utoya cuando fuimos por allí, hace dos años, pero lo haremos la próxima vez que decidamos pasar unas vacaciones sin el agobio del calor.

Bittor Aldabe”




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