jueves, 13 de septiembre de 2012

De bruces con Renan


En la zona parisina de la Nueva Atenas está ubicado el Museo de la Vida Romántica. Un pequeño edificio alberga una colección de muebles, joyas y pinturas de la época, con presencia especial del pintor Ary Scheffer (1795-1858).

Da la casualidad de que este artista era tío de la esposa de Ernest Renan, el filósofo e historiador francés. De hecho, en el museo nos dimos de bruces con una pequeña sala dedicada a este, con un retrato pintado por Scheffer y algunas esculturas.

Entre el busto y el retrato de Renan
Lo más conocido de Renan es el texto de una conferencia que ofreció en 1882 titulada “¿Qué es una nación?” y que debería ser de obligada lectura para todos los aspirantes –que no son pocos- a convertir su terruño en nación.

Renan partía de un principio, escrito de forma impecable: “El hombre no es esclavo ni de su raza, ni de su lengua, ni de su religión, ni de los cursos de los ríos, ni de la dirección de las cadenas de montañas”. Y aseguraba –y es muy fácil comprobar la veracidad de esta afirmación- que ni la raza, ni el idioma, ni la religión, ni la geografía han sido los elementos nucleares en la creación de las naciones.  

“Una nación es una alma, un principio espiritual” dice Renan. Y más que las características anteriores vale el haber sufrido y gozado juntos, y el deseo de querer vivir unidos en el futuro. También, aunque parezca un contrasentido, es fundamental el olvido. El olvido, sí. Algo que la historia, afortunadamente, no ha hecho con Renan: esta conferencia fue dictada en la Sorbona hace 130 años, el 11 de marzo de 1882. Y ahí sigue, tan actual.


1 comentario:

  1. Este post me ha dado la oportunidad de 'conocer' a Renan y de leer '¿Qué es una nación?'. Más que con lo que es, me he quedado con lo que no es... que es lo que nos quieren vender nacionalistas de uno y otro signo, empeñados en la práctica de la memoria selectiva y del olvido no menos selectivo. Interesantísimo ese concepto del olvido, muy alineado con el del perdón. Por eso resultan tan inquietantes esos que proclaman: 'ni perdono, ni olvido'.

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