miércoles, 16 de enero de 2013

Un delicioso anacronismo


El hábito de la lectura está amenazado por la ansiedad. Tal es el volumen de información que asoma a las pantallas de Internet que es difícil pasar de los titulares. Se cumple el viejo dicho de “quien mucho abarca poco aprieta”. Y luego, los whatsApp’s, los sms y el twitter con sus 140 caracteres. Y con ellos una máxima que se va abriendo paso: si quieres que te lean, escribe poco. Muchas, miles de veces, pero poco cada vez. Escribir una extensión de dos folios es condenarlos a la papelera. 

Hoy en día, cuando carecer no ya de teléfono móvil sino de un smartphone es un signo de marginación tecnológica, la literatura trata de adaptarse a los tiempos, claro. Novelas de acción, de usar y tirar, que se leen con tanta rapidez como se olvidan. ¿Qué quieren? Son los tiempos.

Y en este frenesí, mi proveedora habitual de literatura destroza todas estas líneas escritas y me obsequia con la obra de Rafael Sánchez Ferlosio “Industrias y andanzas de Alfanhuí”. Se trata de una pequeña novela que se publicó nada menos que en 1951.

Y cuando uno entra en sus páginas hay que desconectarse de Internet… y de la realidad. Hay que detener el tiempo y olvidar las prisas, porque Sánchez Ferlosio nos lleva a un mundo fantástico para contarnos las andanzas de un niño, Alfanhuí, por la meseta castellana, donde ya existía el realismo mágico antes de que nos lo descubrieran Juan Rulfo o García Márquez.

Uno recupera su capacidad de sorpresa al comprobar la belleza de la literatura y la maestría de este escritor que, pocos años más tarde, publicaría “El Jarama”, un clásico ya, que supuso la consagración de Rafael Sánchez Ferlosio como uno de los grandes escritores españoles.



No hay comentarios:

Publicar un comentario