lunes, 7 de enero de 2013

Rodeando el Urdaburu


El domingo víspera de Nochebuena salimos por la mañana a dar la vuelta al monte Urdaburu corriendo. Fue una jornada aciaga, desde varios puntos de vista. Primero, porque Mikel Beristain tuvo una avería… en el despertador. Después padeció otra en el GPS, que le hizo llegar con casi una hora de retraso y que obligó a que Carlos Hernando -por problemas de horario- tuviera que volverse a medio camino.

Pero si París bien vale una misa, tratándose de Mikel bien vale una espera, porque luego nos paga el retraso con un manojo de comentarios de los que nadie sale indemne. La verdad es que tampoco salimos ilesos, como luego se verá, de los pedregales y barrizales por donde nos hizo transitar nuestro guía oficial, Pello Esnaola.

Carlos Hernando nos hizo esta foto antes de irse.
 Estamos Javier, Juan Carlos, Josema, Pepelu, Pello y Mikel.
Bien, aparcados los coches al final de la pista que pasa por Cuevas de Landarbaso, emprendimos el recorrido para rodear el Urdaburu. La primera pista, embarrada y con pendiente ascendente ya nos dejó con los músculos tocados. Eso pensábamos entre jadeos… pero estábamos equivocados. Lo peor estaba por llegar.

El circuito, en los escasos momentos en que pude levantar la vista del suelo, disponía de unas vistas espectaculares, especialmente hacia la vertiente del Añarbe. El día había amanecido soleado y con una temperatura agradable. Pero las piedras del camino, como canta el corrido mejicano, nos enseñó que nuestro destino era rodar y rodar. A ello se sumó la frondosa hojarasca que impedía acertar si bajo ella estaba el suelo o estaba la nada. De esto último puede dar fe Josema Brosa, que vio sorprendido en una ocasión cómo su pierna se hundía en una sima por donde casi desaparece de cuerpo entero. Pero bueno, las heridas tampoco presentaban riesgo inminente de gangrenarse, por lo que proseguimos la romería hasta finalizarla en el mismo lugar donde la habíamos comenzado.

Del problema de las piedras, Pepelu Fonseca y yo certificamos ante Notario los peligros de los retorcijones, presentando sendos esguinces en los tobillos. Por su parte, Juan Carlos Fano se lesionó en el soleo, y Mikel Beristain se dañó la rodilla. De esta guisa concluimos la excursión. Más que atletas parecíamos el desembarco de Juan Sebastián Elcano. Cuando nos vio pasar una mujer que estaba en el huerto junto a su caserío, nos saludó nerviosa y se apresuró a meter las gallinas en el corral.

No hará falta subrayar que el único que se fue de rositas fue Pello Esnaola, como viene siendo sospechosamente habitual, sea corriendo o en bici. Consultados los expertos de “Cuarto Milenio”, la única explicación que han encontrado a este fenómeno paranormal es que en su vida anterior, antes de reencarnarse en un ser humano, Pello fue una cabra habituada a brincar por los Picos de Europa.

Terminado el recorrido, Mikel nos obsequió con unas soberbias naranjas que degustamos en comunidad. Pero a pesar de todo, ahora, al recordar nuestra lamentable estampa –embarrados, cojos y maltrechos-, no puedo evitar exclamar: ¡Qué bien lo pasemos


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