viernes, 10 de febrero de 2012

Drogas y deporte

13 Noviembre 2006
¿Se extiende el dopaje? No. Lo que se extiende es la información. El fallecimiento de Tom Simpson en el Ventoux fue la primera noticia inquietante. Y perversa, pues sugirió que la droga era el ingrediente necesario -o imprescindible- para que un ciclista pudiera aguantar el infierno de un Tour de France. Nadie explicó que al infierno no se va voluntariamente.

Ahora sabemos que es falso. Se drogan los ciclistas, pero también los velocistas, y los remeros, y los lanzadores de peso, y los ejecutivos... La droga -lo que mueve a su consumo- tiene que ver con mejorar, con ganar. O con liberarnos de la abulia, como decía Mayakovski: "Prefiero morir de vino que de hastío".

¿Cuántos atletas del Donostiarrak no se meterían un pico si les garantizaran que era inocuo y que les haría mejorar espectacularmente su rendimiento?

Lo malo es cuando el dopaje se mezcla con la moral o, peor aún, con la doble moral. Para muchos deportistas la cosa es más sencilla: la Federación les permite tomar sustancias diversas siempre que no rebasen unas cifras determinadas. Ese es todo el problema: que a veces se les va la mano.

Porque como en tantas cosas de la vida, lo malo no es delinquir; lo malo es que te cojan haciéndolo.

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