viernes, 10 de febrero de 2012

Miedo

26 Febrero 2007
Reconozcámoslo: no hay quien nos entienda. Una de las múltiples e inservibles encuestas realizadas nos lo confirma. Resulta que tenemos miedo a la muerte… y también tenemos miedo a vivir demasiados años.

Pero no deja de ser coherente semejante incoherencia. Tener miedo a la muerte es natural, al fin y al cabo sólo tenemos una vida que, además, nos la pasamos trabajando para hacerla más agradable. A la vez, y vista la proliferación de residencias de ancianos y las imágenes que nos llegan, tampoco parece deseable llegar a ciertas edades.

No es de extrañar que se hable cada vez más de eutanasia. El empeño que utiliza nuestro sistema sanitario para prolongar la vida por encima de todo –incluso de la voluntad de los propios interesados- en muchas ocasiones es un despropósito. Me atrevería a afirmar que muy pocos quieren verse viviendo, es un decir, postrados en una cama o en una silla, con las capacidades físicas y mentales reducidas, sin esperanza de curación, y con el deseo creciente de que finalice cuanto antes una vida vegetativa o en estado terminal. Una situación en la que más que alargar la vida, lo que se alarga es el sufrimiento.

La ciencia avanza de forma vertiginosa. Pero la fecha de caducidad del ser humano no ha variado demasiado. Y no sé cuánto tiene de éxito de la ciencia el que ahora las personas alcancen con facilidad los 95 ó los 100 años, cuando un elevado porcentaje de ellas vive en estado de demencia.

Y entiéndase, no se trata de pedir que se acabe con nadie. Se trata de que uno, en uso de su libertad, pueda pedir educadamente que lo transfieran de una santa vez al otro barrio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario