viernes, 10 de febrero de 2012

Vencedores y vencidos

30 Octubre 2006
Me ocurre como a tantos otros: aborrezco la estética del vencedor. El "VICTOR" romano fue utilizado también por el fascismo en una obscena expresión de soberbia. Quizás por eso, cuando veo a un deportista que levanta al cielo el dedo índice, siento que me lo está metiendo en el ojo. Me duele sí, la arrogancia. Pero también la inconsciencia, el ignorar que todas las victorias son efímeras.

El otro día falleció Francisco Fernández Ochoa, un campeón olímpico al que hemos observado siempre con mayor distancia que los kilómetros que separan a Cercedilla de Donostia. Le escuché decir hace unos pocos días, sabiendo que estaba próximo el momento en que al avanzar el pie ya no encontraría suelo donde ponerlo, que quería enfrentarse a la muerte como un toro, no como un manso, y lo decía sonriendo. No sé si lo sabría o no, pero se estaba poniendo por montera uno de los más hermosos poemas que se han escrito, "Vientos del pueblo" de Miguel Hernández.

No sé qué sentimientos positivos provoca el vencedor, pero sé que lo mejor del ser humano se despierta en la derrota, en el dolor. De ahí surgen el canto y la compasión, todo lo que nos hace mejores. Yo, que no me inmuté cuando Fernández Ochoa consiguió el oro olímpico, he sentido admiración cuando le he visto enfrentarse a su final.

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