viernes, 17 de febrero de 2012

Nueva York de alambre y muerte


Una forma de recorrer los cinco distritos de Nueva York es participando en su marathon. Yo lo hice acompañado por dos buenos amigos: Iñaki Zuzuarregui y Vicente Mier. Es una experiencia que combina la fatiga y la curiosidad, 42.195 metros más allá de la visita turística habitual, limitada a patear la mitad de Manhattan y tocar apresuradamente el Bronx para inhalar un leve aroma de riesgo del lumpen. La marathon arranca del Puente Verrazano y concluye en Central Park, tras atravesar Manhattan, Brooklyn, Bronx, Queens y Staten Island.

Este sería el Nueva York de la geografía urbana, el de Wall Street, el de los rascacielos, el del MOMA y el de Broadway, el del Empire y el de las limusinas que circulan esparciendo el vapor que exhalan las alcantarillas. Pero es la superficie, amigos. En el subconsciente de la Gran Manzana palpitan la ansiedad y la angustia, la opresión, la degradación… Federico García Lorca lo (d)escribió en una obra imponente: “Poeta en Nueva York”.  A mí, que me habían entusiasmado Neruda, Celaya o Miguel Hernández, me deslumbró su poesía. Dicen que es surrealista. ¡Qué va! Es poesía, es irrepetible. Nueva York es una ciudad para regresar. “Poeta en Nueva York” es una obra para releer.

Federico García Lorca fue ejecutado en la madrugada del 18 de agosto de 1936 en un barranco de Viznar (Granada). Ser poeta, republicano y homosexual era un exceso para aquella España negra y sórdida. Por fortuna hoy, remedando a Blas de Otero, nos queda su palabra.

Leonard Cohen interpretó “Pequeño vals vienés”, uno de los poemas de “Poeta en Nueva York”; los hermanos Paco y Pepe de Lucía hicieron lo propio con “Asesinato”.  y Patxi Andion con “Oda a Walt Whitman”.

1 comentario:

  1. Sería toda una experiencia correr el maratón escuchando alguna de esas canciones.

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