viernes, 10 de febrero de 2012

Fanatismo

13 Diciembre 2006
El fanatismo y la religión están tan unidos como el invierno y los catarros. De hecho, uno de los orígenes latinos que se atribuye a esta palabra es precisamente fanum (templo). Cierto que la patria o el fútbol suelen generar también fanáticos peligrosos, pero sólo cuando se viven ambos como algo pretendidamente superior, esto es, como una religión. Y por existir, puede que alguien conozca a un fanático de la música o del cordero al chilindrón, pero estos tienen ya un carácter inofensivo y no pasan de tener una afición inmoderada a Mozart o Arzak.

Vaya por delante que no soy parroquiano -salvo de una taberna antiguotarra donde expenden un aceptable Rueda- ni ateo furibundo. Me muevo en la normalidad, es decir, en una agnosticismo moderado.

Si traigo a esta líneas la relación entre fanatismo y religión, es por una cuestión menor. Verán, no conozco a un fanático que sonría. Y no hace mucho, con ocasión de unas caricaturas, hemos podido comprobar el efecto del humor en colectivos fanatizados.

Quizás en la religión no esté el germen de ningún mal, pero desde luego es el caldo donde beben algunos de ellos. La seriedad excesiva, la severidad, por no decir la intolerancia... Por eso no me gusta que una cosa tan baladí como correr se sacralice. Porque comenzamos a hablar de sacrificio, de muro, de heroicidad, de superación... y acabamos expulsando al que se fume un pitillo.

Si perdemos la posibilidad de reirnos de nosotros mismos -y mira que somos risibles corriendo a estas edades-, estamos haciéndonos un flaco favor. Las crónicas de Joseba Erauskin tienen esa virtud, la de proponer una mirada humorística sobre nuestra actividad atlética, poniéndonos ante un espejo que acaba por provocarnos la sonrisa.

Hombre, sin pasarse. Cuando el periodista Ussía se presentó a la presidencia del Real Madrid, expresó su gusto por reirse de sí mismo autobautizándose como "El orejas". Pero eso que le hacía gracia cuando él así se llamaba, la perdió cuando escuchó a un viandante dirigirse a él con ese mote a voz en grito. Eso fue la primera vez. Al segundo, le respondió llamándole "hijo puta". Y al tercero... le tuvieron que sujetar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario